La relación entre el mundo del cómic y el del cine ha sido prolífica durante la última década, y no sólo en lo referente al cine de superhéroes sino también a las adaptaciones de novelas gráficas. A la hora de llevarlas al cine han existido dos caminos opuestos. En primer lugar el de aquellas películas que han intentado guardar la máxima fidelidad a sus referentes, en ocasiones adaptando la novela a un lenguaje específicamente cinematográfico, caso de la excelente V de vendetta (V for Vendetta, James McTeigue, 2005), o por el contrario tratando de reproducir en la gran pantalla el lenguaje visual de las viñetas en un meticuloso proceso de mímesis, como por ejemplo en la en mi opinión fallida Watchmen (id, Zack Snyder, 2009). En segundo lugar están las películas que se sirven de las novelas gráficas como punto de partida para desarrollar un planteamiento visual y argumental alejado de su fuente de origen. Un bueno ejemplo sería Una historia de violencia (A history of violence, David Cronenberg, 2005), que al igual que la espléndida Camino a la perdición (Road to Perdition, Sam Mendes, 2002) supera ampliamente el relato de gángsters en el que se inspira.
Una historia de violencia está basada en Una historia violenta (1997), una novela gráfica escrita por John Wagner e ilustrada en blanco y negro por Vince Locke. Una historia violenta se divide en tres actos. El primero, titulado “Muerte en una pequeña ciudad”, desarrolla un punto de partida recogido con bastante fidelidad por la película de Cronenberg: todo comienza cuando dos matones deciden asaltar una cafetería en un pequeño pueblo de los Estados Unidos. La sorpresa se producirá cuando los dos atracadores, auténticos psicópatas buscados por la policía, sean liquidados con inesperada contundencia por Tom, el propietario de la cafetería. Tom es rápidamente encumbrado como un héroe por los medios de comunicación local, lo que hace recaer en él una atención que no desea. Fruto de todo ello llegarán al pueblo unos gángsters que creen reconocer en Tom a Joey, un antiguo delincuente de Nueva York a quien perdieron de vista años atrás y con quien desean saldar una cuenta pendiente. Pese a la insistencia de Tom en asegurar que él no es el hombre al que buscan, los gángsters le acosan a él y a su familia hasta que se produce un violento enfrentamiento que volverá a poner de relieve la inquietante facilidad de Tom para matar, lo que confirmará definitivamente que Tom es Joey y que éste tiene un violento pasado que su familia desconoce por completo.
A partir de aquí la novela gráfica y la película siguen caminos completamente distintos. La obra de John Wagner y Vince Locke continúa con un segundo acto, “Los asesinatos de Brooklyn”, que consiste básicamente en una serie de flashbacks mediante los cuales Tom relata su pasado a su mujer y a su hijo. A través de dichos recuerdos se justifica en cierto modo el pasado violento de Tom, fruto de su dura infancia en un Brooklyn marginal y lleno de delincuentes, algunos de los cuales eran amigos de Joey y le incitaron a iniciarse en el mundo del crimen. La novela gráfica relata con detalle de qué modo Joey y su amigo Richie planearon un minucioso robo a la mafia italiana como venganza por la muerte del hermano del segundo, peligrosa operación a consecuencia de la cual Joey tuvo que huir de Nueva York y conseguir una nueva identidad. El tercer acto, “Malas intenciones”, narra el regreso de Tom a Nueva York con la intención de aclarar su situación ante la justicia, aunque al final tendrá que volver a hacer uso de la violencia para enfrentarse a los gángsters y acabar de una vez por todas con su pasado.
Cabe decir que si en el momento del estreno de Una historia de violencia muchos señalaron como posibles referentes cinéfilos de Cronenberg a clásicos del cine negro como Forajidos (The killers, Robert Siodmak, 1946) o Retorno al pasado (Out of the past, Jacques Tourneur, 1947) o a varios excelentes westerns de Anthony Mann como Horizontes lejanos (Bend of the river, 1952) u Hombre del Oeste (Man of the West, 1958) esas conexiones argumentales ya se hallan presentes en la novela gráfica. También se pueden citar como referentes algunas películas que muestran los peligrosos inicios en el mundo del hampa por parte de niños o adolescentes como Érase una vez en América (Once upon a time in America, Sergio Leone, 1984), Uno de los nuestros (Goodfellas, Martin Scorsese, 1990) o muy especialmente El padrino, parte II (The godfather, Part II, Francis Ford Coppola, 1974), a la que Wagner y Locke lanzan un guiño en las páginas en las que el joven Joey esconde la pistola de uno de sus amigos, tal y como hacía el joven Vito Corleone (Robert de Niro) en la obra maestra de Coppola.


Desde un punto de vista estético Cronenberg se distancia una vez más de la novela gráfica en lo referente al tratamiento de la violencia. A pesar de que la puesta en escena del enfrentamiento de Tom con los dos psicópatas en la cafetería guarda enormes similitudes con la planificación de las viñetas del cómic, a lo largo de toda la película el director se aleja de la violencia hiperbólica y exagerada que, sobretodo en su tercer acto, acerca la obra de Wagner y Locke al estilo desarrollado por Frank Miller en su famoso cómic Sin city (1991). Por el contrario Cronenberg prefiere un tratamiento hiperrealista de la violencia mediante rápidos y breves enfrentamientos en los que lo que más le interesa es captar los efectos físicos y psicológicos que esa violencia conlleva para sus testigos, sus víctimas y sus verdugos. Probablemente no hay momento más terrible en Una historia de violencia que aquél en el que, oculta tras una ventana de su casa, Edie contempla horrorizada cómo Tom acaba brutalmente con la vida de varios de sus enemigos: no hay vuelta atrás, Edie ya nunca volverá a ver a su marido tal y como lo hacía segundos antes. Igualmente, y de forma progresiva, Tom se verá cada vez más incapaz de contener su furia, tal y como se verá cuando abofetee a su hijo al término de una discusión o cuando mantenga una violenta relación sexual con su mujer, quien a un mismo tiempo siente atracción y repulsión hacia la nueva faceta de su marido. La revelación del pasado de Tom también tendrá consecuencias irreparables para su hijo Jack (Ashton Holmes), que no solo protagonizará una brutal pelea en el instituto (cuando días antes había sabido resolver una situación similar mediante el diálogo) sino que se verá obligado a disparar contra uno de los gángsters que atacan a su padre, quien momentos después abrazará a su hijo como si éste hubiera cumplido un siniestro ritual de iniciación.
