jueves, 15 de diciembre de 2011

Fin del mundo a ritmo de Wagner: MELANCOLÍA



     Resulta realmente curioso que dos películas como El árbol de la vida (The tree of life, Terrence Malick, 2011) y Melancolía (Melancholia, Lars von Trier, 2011) hayan sido estrenadas prácticamente al mismo tiempo. Lo cierto es que, por más que se trate de dos cintas extremadamente diferentes, hay numerosos y llamativos nexos que las relacionan entre sí. Las dos se centran en el intimista retrato de una familia al tiempo que reflexionan sobre el destino de los seres humanos, recurriendo en ambos casos a puntuales pero impactantes imágenes del espacio exterior, mostrando el origen de la vida en nuestro planeta en El árbol de la vida y la destrucción de toda existencia en él en Melancolía. Además ambas películas centran su atención en dos personajes que se enfrentan de un modo diferente a las tragedias que se les avecinan: el matrimonio interpretado por Brad Pitt y Jessica Chastain que sufre la pérdida de uno de sus hijos en la película de Malick y las dos hermanas encarnadas por Kirsten Dunst y Charlotte Gainsbourg que presencian el fin del mundo en la de von Trier. Sin embargo El árbol de la vida es vitalista, luminosa y esperanzadora, mientras que Melancolía es mortecina, sombría y nihilista.

     Melancolía se inicia con un magnífico prólogo de alrededor de diez minutos de duración, enteramente filmado a cámara lenta y sin diálogos ni sonidos ambientales. Como si se tratara de la obertura de una ópera -no en vano la música que acompaña esta secuencia es el preludio compuesto por Richard Wagner para Tristán e Isolda-, Lars von Trier nos presenta los personajes, los temas e incluso los estados de ánimo que explorará posteriormente a través de una hipnótica sucesión de imágenes: Justine (Kirsten Dunst), con el rostro descompuesto, fijando su mirada en la lejanía mientras a sus espaldas unos pájaros caen muertos del cielo; el lienzo de Pieter Brueghel Los cazadores en la nieve siendo reducido a cenizas por la acción del fuego; una desesperada Claire (Charlotte Gainsbourg) avanzando pesadamente a través de un campo de golf con su hijo Leo (Cameron Spurr) en brazos; un caballo desplomándose sobre el suelo mientras el horizonte se oscurece dramáticamente; Justine, esta vez vestida de novia, tratando de correr campo a través mientras la hierba y los árboles tratan de impedirle el paso; el cuerpo de Justine flotando sobre el agua de un riachuelo como si fuera la Ofelia de John Everett Millais; el gigantesco planeta Melancolía chocando finalmente contra la Tierra…

     Las óperas wagnerianas, el prerrafaelismo, la pintura flamenca, Shakespeare… Las referencias culturales son constantes pero no gratuitas a lo largo de este prólogo: tal y como el espectador irá comprobando durante el resto del metraje, estas imágenes iniciales son alegorías de las ideas básicas sobre las que gira Melancolía. De este modo la cita de la Ofelia creada por Shakespeare y pintada por Millais sirve para sugerir el trastorno bipolar que padece Justine; la alteración mostrada por Claire describe su sentido de la responsabilidad y su carácter tan diferente al de su hermana; los lienzos de Brueghel y Millais reaparecen posteriormente en forma de reproducciones guardadas en la biblioteca de Claire; la imagen del caballo cayendo rendido al suelo representa la imposibilidad de evitar el destino, adelantando además el extraño comportamiento que mostrarán los animales a medida que el planeta Melancolía se vaya acercando a la Tierra; el plano de la vegetación impidiendo la huída de Justine hace referencia a uno de sus sueños recurrentes… De todos modos quizá no haya una imagen más simbólica que aquélla en la que Justine, Leo y Claire aparecen en un lujoso jardín en plena noche, cada uno de ellos coronado por un diferente astro (Melancolía, la luna, el sol) en representación de sus caracteres contrapuestos. Asimismo las apocalípticas imágenes de la destrucción de la Tierra, que no se producirá hasta el desenlace, dejan un poso de fatalismo que perdurará durante toda la película, convirtiendo el estado depresivo de Justine en una inquietante premonición.

     Tras este prólogo la acción de Melancolía se desarrolla a lo largo de dos actos. El primero está visto desde el punto de vista de Justine y describe con meticulosidad la celebración de su enlace matrimonial con Michael (Alexander Skarsgård) en la suntuosa mansión de John (Kiefer Sutherland), el adinerado marido de Claire. Lo que en principio debería ser una celebración cálida y emotiva, poco a poco va convirtiéndose en un extenuante desfile de hipocresía que revela la cara más egoísta de todos cuantos rodean a Justine: Gaby (Charlotte Rampling), la madre de Justine y Claire, aprovecha la ocasión para mostrar públicamente el resentimiento que siente hacia su exmarido Dexter (John Hurt); Jack (Stellan Skarsgård), padre de Michael y jefe de la recién casada, se sirve de la ceremonia para exigirle a ella nuevas ideas para un slogan publicitario; John le reprocha a Justine su desinterés por guardar las apariencias durante una boda que, como recuerda constantemente, le está costando un dineral… Mientras su carácter depresivo aflora cada vez con mayor intensidad, empujándola a subvertir todo tipo de convenciones sociales, la joven mujer se siente cada vez más intrigada por una extraña estrella que observa en el cielo…

    La segunda parte de Melancolía está narrada desde el punto de vista de Claire, quien unos meses después de la boda se presta para cuidar de su hermana cuando ésta ya ha entrado en una profunda depresión. Es en este punto del relato cuando la amenaza de un cataclismo global empieza a manifestarse. Melancolía, un planeta de enormes dimensiones que se ha desviado de su órbita para acercarse peligrosamente a la Tierra, provoca lentamente el pánico y la angustia de Claire ante la posible pérdida de su vida y de la de sus seres queridos, por más que John, aficionado a la astronomía, le asegure que ese planeta tan solo pasará cerca del nuestro y que por tanto no existe peligro alguno. Sin embargo la que mostrará una actitud cada vez más extraña es Justine, quien llegará a proclamar que lo mejor que le podría suceder a nuestro planeta es dejar de existir.

     Es durante este segundo acto cuando Justine demuestra un inesperado don para el presagio, lo que la llevará a predecir el inminente impacto de Melancolía contra la Tierra; de hecho podría interpretarse que las imágenes del prólogo no eran otra cosa que las premoniciones de la protagonista sobre su trágico destino. Otra importante secuencia que describe el carácter de la protagonista es aquélla en la que su hermana la observa a escondidas mientras ella expone su cuerpo desnudo a la luz del cada vez más cercano planeta. Detalles como éstos sugieren la idea de que quizá Justine tenga alguna inexplicable capacidad para atraer a Melancolía; yendo más allá, no resulta descabellado pensar que su tendencia a la depresión venga motivada por su íntima y profunda certeza de la próxima desaparición de toda forma de vida.

     Habrá a quien Melancolía le parezca una obra excesivamente pretenciosa, pero resulta difícil negar su brillantez y la extraordinaria belleza de sus imágenes, debida en gran parte al director de fotografía Manuel Alberto Claro. Además se trata de una película que sabe mirarse a sí misma con distancia e ironía, tal y como demuestran esporádicos apuntes humorísticos como el estoicismo con el que el mayordomo (Jesper Christensen) y el organizador de bodas (Udo Kier) aguantan las salidas de tono surgidas durante la celebración del matrimonio de Justine, sin olvidar el cinismo con el que está observado el ciego racionalismo de John hasta que éste comprueba dramáticamente los errores de sus tan admirados científicos. Quien se acerque a esta película libre de prejuicios podrá admirar la brillante labor de todos los miembros del reparto, destacando muy especialmente la de una excelsa Kirsten Dunst en una interpretación sencillamente antológica.