lunes, 28 de febrero de 2011

NUNCA ME ABANDONES: La novela de Kazuo Ishiguro


     Escritor de origen japonés aunque educado en Inglaterra, Kazuo Ishiguro es sin lugar a dudas uno de los autores más respetados de las letras inglesas. Nunca me abandones (2005) es, quizá junto con Los restos del día (1989), su obra más elogiada, hasta el punto de haber sido considerada por la revista Time como la mejor novela de la pasada década. Narrada con el habitual estilo sensible y detallista del autor de la también recomendable Pálida luz en las colinas (1982), Nunca me abandones destaca por la belleza y la elegancia con las que Ishiguro nos acerca a la existencia de unos personajes condenados a un futuro terrible y atroz, en lo que acaba siendo una metáfora sobre la fugacidad de la vida y los mecanismos que la sociedad tiene para decidir el destino de las personas sin que éstas puedan hacer nada para cambiarlo.

     Nunca me abandones está narrada en primera persona por Kathy, quien a la edad de 31 años rememora los recuerdos de su adolescencia y primera juventud. Su memoria nos lleva a Hailsham, el colegio privado en el que creció junto a las dos personas más importantes de su vida: Ruth, una chica mucho más vitalista y decidida que ella, y Tommy, un joven introvertido pero impulsivo y con problemas de autocontrol. Los recuerdos de Kathy nos muestran cómo a lo largo de los años evoluciona la relación entre los tres y, sobre todo, de qué modo hacen frente a su cometido en el mundo, un secreto a voces en Hailsham que se va revelando a medida que sus alumnos se convierten en adultos.

     Kazuo Ishiguro insinúa desde la primera página la verdad que se oculta en Hailsham y que los protagonistas irán descubriendo a lo largo del primer tercio de Nunca me abandones: Kathy, Ruth, Tommy y los demás alumnos del centro son clones y su futura función en la sociedad es la de donar sus órganos vitales, sacrificando su vida en beneficio de una sociedad que trata de ignorarles hasta que les necesita para sobrevivir. La revelación de esta terrible realidad, mostrada por Ishiguro de manera meticulosa y paulatina, transmite magníficamente el calculado método seguido por los educadores de Hailsham para predisponer a sus alumnos a aceptar resignadamente su condición, al tiempo que describe la inquietante naturalidad con la que los jóvenes aceptan su trágico destino.

     El propio Ishiguro asegura que su novela no trata sobre la clonación: más allá de que los protagonistas de Nunca me abandones sean clones (palabra que por cierto tan solo aparece escrita en un par de ocasiones a lo largo del libro) lo realmente importante es de qué modo los personajes encaran una existencia condenada a la brevedad, esperando estoicamente el momento en el que se verán obligados a sacrificarse. Este sentimiento de desesperanza se ve potenciado por la falta de tremendismo con que la historia es narrada por Kathy, quien desde la edad adulta dirige su serena mirada hacia una generación que está a punto de desaparecer. Y es que, a pesar de su temática, Nunca me abandones es una novela que se resiste a enmarcarse en el género de ciencia ficción; de hecho su acción ni siquiera se sitúa en el futuro sino en la Inglaterra del último tercio del siglo XX, en lo que puede verse como un mundo paralelo (o, como Ishiguro lo llama, una “ficción alternativa”) en el que la clonación ha sido desarrollada y aceptada por la sociedad. Es por ello que los hechos que Kathy narra no pueden resultar sorprendentes para sus coetáneos, de ahí que rehúya del dramatismo a la hora de describir el día a día de unos jóvenes creados de manera artificial única y exclusivamente para salvar las vidas de los demás. Lo que, dentro de la narración, convierte en único el manuscrito de Kathy es su carácter de testimonio de su sensibilidad y humanidad, o de aquello que las personas de su época dudan que ella pueda tener debido a su condición de clon: alma.

     Nunca me abandones hace gala de una emoción contenida que estalla en los pasajes en los que los protagonistas deciden hacer frente a su situación: el inolvidable viaje a Norfolk en busca de la posible madre biológica de uno de ellos; el conmovedor gesto final de Ruth hacia Kathy y Tommy; el viaje de estos dos a Littlehampton en un intento final de cambiar su destino… Lo que queda es una espléndida novela en la que su escritor alcanza cotas de extraordinaria delicadeza en el retrato de unos personajes inolvidables.

     Era cuestión de tiempo que un libro tan exitoso como el de Ishiguro fuera llevado al cine. El propio escritor se ha implicado directamente en la adaptación que ha dirigido Mark Romanek, director conocido por vídeos musicales como el magnífico Hurt (2002) y por el extraño pero interesante largometraje Retratos de una obsesión (One hour photo, 2002). Difícilmente esta segunda traslación al cine de la obra de Ishiguro alcanzará la brillantez de Lo que queda del día (The remains of the day, James Ivory, 1993), basada en Los restos del día y en mi opinión una de las mejores películas de los años 90, pero la adaptación de Romanek cuenta con el atractivo de un prometedor reparto encabezado por Carey Mulligan como Kathy, Keira Knightley como Ruth y Andrew Garfield como Tommy. Nunca me abandones (Never let me go, 2010) tiene su estreno previsto en España el próximo 11 de marzo.


domingo, 6 de febrero de 2011

MÁS ALLÁ DE LA VIDA: ¿Un Eastwood menor?



     Más allá da la vida (Hereafter, 2010), la nueva película dirigida por Clint Eastwood, ha sido recibida con más suspicacias de las acostumbradas en la obra más reciente de su autor. De entrada se anunciaba este nuevo largometraje como el primero de Eastwood inscrito en el género fantástico o de temática sobrenatural; tampoco ha faltado quien ha comparado Más allá de la vida con el cine de M. Night Shyamalan o, sobre todo, quien ha sentenciado que la nueva (que no última) obra del director de Gran Torino (id, 2008) no es más que un título menor y totalmente prescindible dentro de su filmografía.

     Sin embargo quien conozca bien la obra de Clint Eastwood ya conoce su tendencia a renovarse constantemente sin dejar de ser fiel a sí mismo, lo que da pie a que el cineasta nos sorprenda con aparentes cambios de rumbo que, en el fondo, guardan una gran coherencia con el resto de su obra. Por tanto no hay más que acercarse a sus películas de manera desprejuiciada para comprobar que casi nada de lo que se esperaba de ellas era cierto. Más allá de la vida no es una excepción. Para empezar no se trata exactamente de la primera película de Eastwood con cierto contenido sobrenatural en su argumento -recuérdense los fantasmagóricos protagonistas de Infierno de cobardes (High plains drifter, 1973) y El jinete pálido (Pale rider, 1985) o incluso la atmósfera enrarecida de algunos pasajes de Medianoche en el jardín del bien y del mal (Midnight in the garden of good and evil, 1997)-, y una vez vista resulta un tanto exagerado encuadrarla dentro del cine fantástico, siendo más bien un drama protagonizado por personas que de un modo u otro presienten que existe una vida después de la muerte. La película tampoco tiene mucho que ver con el cine de Shyamalan más allá de la presencia de la excelente actriz Bryce Dallas Howard, quien protagonizó dos interesantes películas del famoso cineasta hindú, El bosque (The village, 2004) y La joven del agua (Lady in the water, 2006). Por último Más allá de la vida no es ni mucho menos una película menor: si bien no llega al nivel de las obras maestras de Eastwood -El jinete pálido, Sin perdón (Unforgiven, 1992), Mystic river (id, 2003), Million dollar baby (id, 2004), Banderas de nuestros padres (Flags of our fathers, 2006), Cartas desde Iwo Jima (Letters from Iwo Jima, 2006), El intercambio (Changeling, 2008)- no por ello deja de ser una obra realmente notable que nos recuerda el formidable momento creativo por el que está pasando su director.

     Adoptando una estructura inédita hasta ahora en la filmografía de Eastwood, Más allá de la vida narra paralelamente las historias de tres personas cuyo destino se unirá en el desenlace de la película. El vínculo que une a los tres protagonistas es una experiencia relacionada con la muerte que les cambia para siempre: Marie (Cécile de France) trata de sobreponerse a la terrible experiencia que vivió al sobrevivir a un tsunami, suceso durante el cual permaneció muerta durante unos breves instantes; George (Matt Damon, en una de sus mejores interpretaciones) desarrolla la capacidad de comunicarse con los muertos, un don que le dificulta entablar relaciones sociales; Marcus (Frankie McLaren) trata de superar la muerte de su hermano gemelo Jason (George McLaren) sintiendo la necesidad de contactar con él… Las tres historias son narradas por Eastwood con un tono sobrio y sensible, consiguiendo retratar las emociones de los personajes sin caer en el sentimentalismo. Más allá de la vida es ante todo una nueva muestra de un talento especial que Eastwood ha desarrollado a lo largo de su carrera y que ha culminado en grandes logros durante su última etapa: la humanidad y cercanía que desprende la descripción de los personajes.

     La película brilla a gran altura en la descripción de la vida cotidiana de los tres protagonistas, caracterizada por una soledad que les hace sentirse alienados del mundo en el que viven. Sin ir más lejos Marie es una periodista de gran éxito cuya existencia nunca volverá a ser la misma tras su traumática experiencia durante el tsunami -suceso narrado por Eastwood en una antológica secuencia que no solo destaca por su perfección técnica, sino ante todo por la maestría con la que el director nos coloca en la piel de las víctimas que tratan de sobrevivir a un desastre natural de semejante magnitud-. Al regresar a París Marie ya no podrá seguir siendo esa periodista de éxito cuya imagen aparecía en pancartas publicitarias distribuidas por toda la ciudad: tras abandonar su investigación sobre François Mitterrand, la mujer centrará toda su atención en algo que no puede apartar de su cabeza tras haber estado a punto de morir: la existencia de un más allá. El nuevo rumbo tomado por la vida de Marie le costará su trabajo y su relación sentimental con Didier (Thierry Neuvic), ganándose además el desprecio de sus compañeros al interesarse por una espiritualidad que no encaja en el mundo materialista en el que éstos trabajan.

     No menos desolador resulta el retrato del entorno familiar de Marcus y Jason. Al principio del relato Eastwood describe magistralmente su duro día a día con una par de pinceladas: los dos hermanos utilizan sus escasos ahorros para hacerse un retrato fotográfico que, cuidadosamente colocado en la mesa de la cocina, esperan que llame la atención de su madre Jackie (Lyndsey Marshal) dándole fuerzas para abandonar sus problemas con el alcohol; no obstante cuando la mujer regrese ebria a casa ignorará por completo el conmovedor gesto de sus hijos. A la mañana siguiente se producirá una tensa situación cuando los dos niños reciban la visita de dos trabajadores de servicios sociales y tengan que disimular los efectos de la borrachera de su madre. Con estos apuntes Eastwood nos presenta no solo el duro entorno en el que han crecido los niños, sino también el sentimiento de dependencia que Marcus siente hacia Jason y que será su principal problema cuando éste último muera en un trágico accidente: al ser separado de su madre para que ésta supere su alcoholismo en un centro de recuperación, Marcus se verá incapaz de relacionarse con sus padres de acogida, obsesionándose en conservar vivo el recuerdo de su hermano (lo que da pie a un espléndido momento: el niño pide colocar dos camas en su nueva habitación, una para él y otra para Jason, a quien se dirige imaginariamente para desearle las buenas noches) y recurriendo a la consulta de dudosos parapsicólogos (vistos por Eastwood con una gran ironía que les retrata como a unos meros charlatanes que se enriquecen a costa del sufrimiento ajeno).

     Pero es en la descripción de la soledad de George donde la película ofrece sus mayores logros. Su secuencia de presentación nos lo muestra aceptando a regañadientes la petición de contactar con los seres queridos de un extraño; pronto sabremos que George se dedicaba en el pasado a la parapsicología pero que decidió alejarse de ese mundo debido a que su don le obligaba a conocer los secretos más íntimos y oscuros de sus allegados, imposibilitándole entablar amistades o una relación sentimental. Sus deseos de empezar una nueva vida desde cero quedan retratados en las excelentes secuencias en las que asiste a un curso de cocina, lo que le da la oportunidad de conocer a Melanie (Bryce Dallas Howard), una bella mujer por la que se siente atraído. La evolución de la relación entre ambos da pie a las dos mejores secuencias de Más allá de la vida. En la primera George y Melanie realizan un ejercicio del curso de cocina en el que uno debe dar a probar distintos sabores al otro mientras éste lleva los ojos vendados; la sensualidad del momento y la intimidad que se crea en ese instante propicia que tanto George como Melanie empiecen a sincerarse el uno con el otro, declarándose su interés mutuo. La segunda secuencia, que sigue a la anterior, se sitúa en la casa de George y nos muestra con qué rapidez su don secreto queda expuesto a los ojos de Melanie; la joven, movida por la curiosidad, le pedirá a George que lea en su interior y trate de contactar con sus familiares fallecidos; tras dudarlo mucho George lo hará, poniendo al descubierto dolorosos recuerdos que Melanie preferiría haber mantenido en secreto y que borrarán la posibilidad de una relación amorosa entre ambos. Las posteriores y sucesivas escenas en las que aparece George cenando a solas en su cocina muestran el precio que el protagonista debe pagar por tener una habilidad que le ha sido otorgada a su pesar; él mismo sintetizará los sinsabores de su existencia cuando afirme que “una vida que se basa en la muerte no es una vida”.

     Además de la soledad (protagonista de gran parte del cine de Clint Eastwood) otro tema muy presente en esta espléndida película es cómo en apenas unos segundos el azar puede cambiar nuestras vidas para siempre. En la primera secuencia de la película el azar induce a Marie a salir a la calle para comprar unos regalos, lo que la llevará a verse arrollada por el tsunami. También aparentemente por azar George desarrolla su capacidad de contactar con los muertos y (atención: SPOILER) Marcus no se sube a un metro de Londres para recoger su gorra caída al suelo, salvándose así de un atentado terrorista. Pero el azar también será el encargado de unir los destinos de George, Marie y Marcus (quienes viven en ciudades tan alejadas entre sí como San Francisco, París o Londres) consiguiendo que los tres crucen sus caminos en la capital inglesa. En la conclusión abierta de Más allá de la vida Eastwood mostrará la oportunidad que los protagonistas tienen de aliviar su soledad y dar así un nuevo giro a sus vidas, dejando que el espectador imagine si lo conseguirán o no.