miércoles, 30 de octubre de 2013

Las mejores películas del cine negro norteamericano


     Existe gran unanimidad a la hora de considerar el cine negro como una de las páginas más brillantes de la historia de la cinematografía estadounidense. En cambio, no existe el mismo consenso a la hora de precisar qué es exactamente el cine negro. La mayoría de críticos e historiadores cinematográficos coinciden en afirmar que el film noir cuenta con algunos destacados precedentes en los últimos años del cine mudo —sobre todo la excelente La ley del hampa (Underworld, Josef von Sternberg, 1927)— pero que es con la llegada del cine sonoro cuando consolida sus principales señas de identidad, tanto temáticas (la descripción del mundo del hampa, la mirada crítica a la sociedad de su tiempo, la presencia de detectives, gangsters y femmes fatales) como estilísticas (fotografía en un contrastado blanco y negro, ambientación realista en las grandes ciudades). De este modo, el cine negro hallaría su momento de esplendor entre la década de los años 30 y la de los 50, reflejando indirectamente la angustia producida por un contexto histórico de especial gravedad (marcado sucesivamente por la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial, el inicio de la Guerra Fría y la Caza de Brujas) y producido durante la edad de oro del cine de Hollywood (fuertemente condicionado en aquellos momentos por la política de estudios, las actividades censoras del Código Hays y la llegada a América de numerosos cineastas que huían del ascenso de los fascismos europeos).

     Sin embargo, no todos se ponen de acuerdo a la hora de marcar el punto final del cine negro. No son pocos quienes afirman que el film noir sigue existiendo, siendo por tanto un género capaz de adaptarse a los inevitables cambios estilísticos y a nuevas temáticas; de ahí que, para muchos, películas como Chinatown (id, Roman Polanski, 1974), Uno de los nuestros (Goodfellas, Martin Scorsese, 1990), Atrapado por su pasado (Carlito's way, Brian de Palma, 1993), Sospechosos habituales (The usual suspects, Bryan Singer, 1995) o L.A. Confidential (id, Curtis Hanson, 1997) puedan ser consideradas como pertenecientes al género negro. En cambio, un gran número de estudiosos del mundo del cine —como por ejemplo Paul Schrader en su famoso artículo Notas sobre el film noir (1972)— insisten en catalogar el cine negro como un movimiento que finaliza en la segunda mitad de los años 50 y que encuentra su definitiva desaparición con la popularización del cine en color. Por otro lado, también hay quien afirma que el cine negro no es un fenómeno desarrollado exclusivamente en los Estados Unidos y que títulos como El tercer hombre (The third man, Carol Reed, 1949), Rififí (Du rififi chez les hommes, Jules Dassin, 1955) o casi todos los dirigidos por Jean-Pierre Melville son tan negros como los clásicos norteamericanos. Asimismo, también cabe tener en cuenta que no todas las películas de temática criminal producidas en el Hollywood clásico pueden enmarcarse dentro del cine negro, como sucede por ejemplo con el cine de Alfred Hitchcock, de un estilo tan diferente al de los films noirs realizados por Billy Wilder, Fritz Lang o Raoul Walsh.

     Sea como fuere, si algo está claro en un género tan oscuro como el negro es que éste legó un grupo de obras excepcionales por las que no pasa el tiempo. Es por ello que no he podido resistirme a confeccionar una lista de mis películas favoritas pertenecientes al cine negro. A la hora de escoger unos títulos en lugar de otros he preferido ceñirme a la etapa clásica del cine norteamericano, aquélla que todos se ponen de acuerdo en señalar como la época dorada del cine negro. Lo que sigue es una docena de películas inolvidables que se han ganado un puesto de honor en la historia del cine.

1. Perdición
de Billy Wilder


     Cuando el mejor guionista de la historia del cine, Billy Wilder, decidió colaborar con uno de los autores fundamentales de la novela negra, Raymond Chandler, para adaptar una novela de otro de los grandes maestros del género, James M. Cain, se inició el proceso creativo que daría como resultado una de las cumbres del cine negro. Perdición (Double indemnity, 1944) no solo es eso, también es una de las obras maestras de Wilder junto con El crepúsculo de los dioses (Sunset Blvd., 1950), Con faldas y a lo loco (Some like it hot, 1959), El apartamento (The apartment, 1960) y Uno, dos, tres (One, two, three, 1961). Perdición es una de esas pocas películas en las que cada uno de sus elementos funciona a la perfección: desde la magnífica utilización del flashback y de la voz en off hasta los ingeniosos diálogos, pasando por la irresistible química de la pareja formada por Fred MacMurray y Barbara Stanwyck. Pero quizá lo más fascinante de Perdición consiste en su retrato de una amistad traicionada, la que une al carismático MacMurray con un insuperable Edward G. Robinson.

2. Retorno al pasado
de Jacques Tourneur


     Ninguna otra obra perteneciente al cine negro puede presumir de la espléndida combinación de romanticismo y nostalgia de la que hace gala Retorno al pasado (Out of the past, 1947). Dirigida por el maestro de la Serie B Jacques Tourneur, Retorno al pasado describe como pocas películas la soledad del detective privado y el contraste entre la corrupción de la ciudad y la pureza de la vida en el campo, contando además con uno de los personajes femeninos más representativos del género. El flashback que describe la historia de amor de Robert Mitchum y Jane Greer en Acapulco es uno de los fragmentos más bellos y suntuosos del cine de los años 40.

3. La mujer del cuadro
de Fritz Lang


     Si existe un maestro por antonomasia del cine negro ese es sin duda Fritz Lang, quien tras anticipar muchos de los rasgos estilísticos del género en su etapa alemana filmó en los Estados Unidos títulos tan indispensables como Furia (Fury, 1936), Sólo se vive una vez (You only live once, 1937), La mujer del cuadro (The woman in the window, 1944), Los sobornados (The big heat, 1953) o Más allá de la duda (Beyond a reasonable doubt, 1956). Cualquiera de los títulos citados merecería figurar en esta lista, pero quizá sea La mujer del cuadro la más memorable aportación de Lang al film noir. Los deseos reprimidos y los temores ocultos del ciudadano medio norteamericano fueron tratados por el gran realizador germánico con una peculiar atmósfera onírica, logrando además un final sencillamente imborrable.

4. Al rojo vivo
de Raoul Walsh


     Si Lang es uno de los grandes autores del género, lo mismo puede decirse de Raoul Walsh. Aunque este cineasta dedicó varias obras a la serie negra, la más inolvidable de todas ellas es Al rojo vivo (White heat, 1949), tanto por su ritmo imparable (que para sí querría buena parte del cine de acción contemporáneo) como por Cody Jarrett, el inolvidable criminal encarnado por un James Cagney en estado de gracia. Impulsivo, violento y megalomaníaco, Jarrett es un personaje situado siempre al borde del abismo que se encarga de protagonizar algunos de los momentos más impactantes del cine clásico, en especial una secuencia final merecedora de figurar entre los mejores desenlaces del género.

5. Scarface, el terror del hampa
de Howard Hawks


     La década de los años 30 fue pródiga en cuanto al cine de gangsters gracias a títulos tan destacados como El enemigo público (The public enemy, William A. Wellman, 1932), Hampa dorada (Little Caesar, Mervyn LeRoy, 1932) o Los violentos años 20 (The roaring twenties, Raoul Walsh, 1939). Sin embargo, ninguna de la películas citadas posee ni la fuerza ni la explosiva carga de violencia de Scarface, el terror del hampa (Scarface, 1932). Protagonizada por un electrizante Paul Muni, Scarface, el terror del hampa es una de las obras más impresionantes de Howard Hawks, quien desplegó toda su inventiva para retratar a un hampón dispuesto a acabar con quien sea con tal de demostrar que el mundo es suyo. 

6. Forajidos
de Robert Siodmak


     Inspirada en un excelente relato corto de Ernest Hemingway, Forajidos (The killers, 1946) es una muestra del talento del director alemán Robert Siodmak para el film noir. Tras una de las secuencias iniciales más brillantes del género, Forajidos se adentra en una compleja trama criminal narrada mediante varios flashbacks que nos descubren la triste y desesperanzada historia de Ole Andreson, más conocido como El Sueco, primer personaje cinematográfico interpretado por el gran Burt Lancaster. Dotada de una espléndida fotografía en claroscuro, Forajidos es una obra maestra que atesora una de las secuencias más inolvidables del cine negro: el atraco a la fábrica, filmado en un largo plano secuencia impecablemente coreografiado.

7. La jungla de asfalto
de John Huston


     John Huston consiguió con La jungla de asfalto (The asphalt jungle, 1950) una de las obras clave del cine de atracos y la que quizá sea su mejor película junto con El honor de los Prizzi (Prizzi's honor, 1985). Pocos cineastas han retratado con tanta humanidad a los variopintos delincuentes que se mueven en los bajos fondos de la ciudad; en este sentido, la película no habría sido la misma sin la aportación de sus actores, todos magníficos aunque Louis Calhern y Sam Jaffe merezcan menciones especiales. Todo ello sin olvidar al Dix encarnado por Sterling Hayden, papel que el actor prácticamente repetiría en Atraco perfecto (The killing, Stanley Kubrick, 1956) y que en la película de Huston protagoniza uno de los finales más hermosos de la historia del cine.

8. Noche en la ciudad
de Jules Dassin


     "La noche y la ciudad", reza el título original de esta maravillosa película de Jules Dassin. Puede que no existan dos elementos más indispensables para el género negro que esos, aunque pocas veces fueron tan bien tratados como en Noche en la ciudad (Night and the city, 1950). Un extraordinario Richard Widmark trata de sobrevivir en las sombrías y claustrofóbicas calles de Londres en este apasionante relato criminal, que entre otras muchas cosas cuenta con la particularidad de sustituir el mundo del boxeo por el de la lucha grecorromana.

9. El último refugio
de Raoul Walsh


     A Raoul Walsh se debe la creación de dos de los personajes más memorables del cine de gangsters: el Cody Jarrett de Al rojo vivo y el Roy Earle de El último refugio (High Sierra, 1941). Mucho más humano y cercano que Jarrett, el Roy Earle interpretado por un perfecto Humphrey Bogart es un antihéroe abocado al mundo del crimen por culpa de la Gran Depresión, una víctima de su época que, al igual que los protagonistas de Retorno al pasado y La jungla de asfalto, solo desea escapar de las grandes urbes para encontrar la paz en la naturaleza. En una muestra de su experimentación con los géneros cinematográficos, Walsh recuperaría el argumento de El último refugio llevándolo a los terrenos del western en la apreciable Juntos hasta la muerte (Colorado territory, 1949).

10. Laura
de Otto Preminger


     "Jamás olvidaré el fin de semana en el que murió Laura", dice la primera línea del guión de la misteriosa película de Otto Preminger. Tal vez sea por la deslumbrante belleza de Gene Tierney o por la elegante puesta en escena del director de Cara de ángel (Angel face, 1952), pero el caso es que pocas películas resultan tan fascinantes como Laura (id, 1944). Quizá su atmósfera ensoñadora tan solo pueda ser comparada con la de La mujer del cuadro, hasta el punto de que Preminger consigue que nos preguntemos si estamos contemplando la resolución de un caso de asesinato o si todo consiste en la fantasía onírica del detective encarnado por Dana Andrews.

11. El sueño eterno
de Howard Hawks


     Humphrey Bogart se consolidó como uno de los grandes iconos del género al interpretar a los dos detectives privados más influyentes de la novela negra: Sam Spade en El halcón maltés (The maltese falcon, John Huston, 1941) y Philip Marlowe en El sueño eterno (The big sleep, Howard Hawks, 1946). Sin negar el interés de la película de Huston, personalmente prefiero la de Hawks. El propio director reconocía no estar del todo seguro de comprender todos los entresijos de la trama de El sueño eterno, pero poco importa: como siempre sucede en las mejores películas del responsable de Sólo los ángeles tienen alas (Only angels have wings, 1939), lo verdaderamente importante no es la historia que se narra, sino la brillante descripción de los personajes y de las relaciones que surgen entre ellos. El sueño eterno no es una excepción: pocas cosas pueden resultar más apasionantes que contemplar la fascinante química de la pareja formada por Humphrey Bogart y Lauren Bacall en la mejor de sus reuniones cinematográficas.

12. Sed de mal
de Orson Welles


     Para muchos la última obra maestra del cine negro, Sed de mal (Touch of evil, 1958) es también la mejor aportación de Orson Welles al género, muy por encima de las ya de por sí apreciables El extraño (The stranger, 1946) y La dama de Shanghai (The lady from Shanghai, 1947). Sed de mal es probablemente el film noir más barroco y enfermizo de cuantos existen, un verdadero tour de force que se inicia con un prodigioso plano secuencia de más de tres minutos de duración y que concluye con una no menos virtuosa escena de suspense desarrollada en la frontera entre Estados Unidos y México. Pero más allá de los malabarismos cinematográficos de su autor, Sed de mal permanece como una de las más interesantes aproximaciones fílmicas a la temática de la corrupción policial, representada por el genial personaje del capitán Quinlan al que da vida el propio Welles.