A lo largo de las dos últimas décadas el cine de animación occidental se ha polarizado en dos tendencias: aquélla que hace uso de las cada vez más sofisticadas técnicas de animación por ordenador y aquélla que, por el contrario, y en un acto repleto de nostalgia y melancolía, reivindica técnicas más añejas, quizás no tan perfectas desde un punto de vista técnico pero que bien trabajadas pueden dar resultados de una belleza sin parangón. Éste es el caso de las películas realizadas con la técnica del stop motion, la animación fotograma a fotograma; ejemplos recientes los encontramos en los trabajos de Henry Selick –la ya clásica Pesadilla antes de Navidad (The nightmare before Christmas, 1993), la hermosa pero sobrevalorada Los mundos de Coraline (Coraline, 2009)-, Tim Burton –la correcta La novia cadáver (Corpse Bride, 2005)- o el tándem formado por Nick Park y Peter Lord –la divertida Evasión en la granja (Chicken run, 2000) o, muy especialmente, los magistrales cortometrajes protagonizados por Wallace y Gromit, muy superiores a su fallida aventura en formato de largometraje, Wallace y Gromit: La maldición de las verduras (Wallace and Gromit in The curse of the were-rabbit, 2005)-.
Con Fantástico Sr. Fox (Fantastic Mr. Fox, 2009) Wes Anderson se une a este grupo de cineastas dispuestos a invertir tiempo y paciencia con la intención de ofrecer un soplo de aire fresco en el contexto de la animación actual. La animación de Fantástico Sr. Fox, de una belleza y un colorismo exquisitos, no renuncia a su propio carácter anacrónico ni a un estilo que para algunos resultará anticuado o imperfecto, pero que a otros les parecerá mucho más fascinante que el realizado con el más avanzado de los ordenadores. Sin embargo, si por algo destaca el último trabajo de Wes Anderson es por lo que supone de inmersión en su mundo personal. Anderson, probablemente el mejor director de comedias del momento, se apropia de un material ajeno (el cuento de Roald Dahl en el que se basa el guión) y consigue imprimir su personalidad fílmica dentro de un género de tantas exigencias comerciales como el de la animación.




Fantástico Sr. Fox no es una película perfecta. Algunos de los recursos visuales manejados por su director (como los ya citados travellings laterales) acaban por hacerse repetitivos; asimismo el arranque de la película resulta algo abrupto: quizás debería haberse dedicado más metraje a ilustrar los sinsabores de la existencia de Fox antes de que retome su pasión por el robo. Pero de todos modos se trata de pequeños defectos que apenas entorpecen tan divertida y emocionante película: una secuencia tan bella y poética como la del inesperado encuentro del zorro protagonista con un lobo demuestra que Wes Anderson es un cineasta a seguir de cerca.
Por último, sería injusto no mencionar la excelente banda sonora de Fantástico Sr. Fox. Como es habitual en el cine de Anderson la selección musical está trufada de clásicos modernos como “Street fighting man” de los Rolling Stones, “Heroes and villains” de los Beach Boys o “Let her dance” de Bobby Fuller Four. Pero lo que destaca por encima de todo es la espléndida partitura original compuesta por Alexandre Desplat, el autor de esa obra maestra de la banda sonora que es El curioso caso de Benjamin Button (The curious case of Benjamin Button, David Fincher, 2008) que aquí se confirma una vez más como el mejor músico que actualmente trabaja en el cine. Para esta ocasión el compositor francés crea una original y juguetona partitura, combinando instrumentos tan poco habituales como la celesta o el birimbao con silbidos o con diferentes instrumentos de cuerda, que van del ukelele a la mandolina pasando por diferentes tipos de guitarra. El resultado redondea la calidad de una película muy especial que promete convertirse en objeto de culto.