domingo, 16 de mayo de 2010

FANTÁSTICO SR. FOX: El cine de animación según Wes Anderson



     A lo largo de las dos últimas décadas el cine de animación occidental se ha polarizado en dos tendencias: aquélla que hace uso de las cada vez más sofisticadas técnicas de animación por ordenador y aquélla que, por el contrario, y en un acto repleto de nostalgia y melancolía, reivindica técnicas más añejas, quizás no tan perfectas desde un punto de vista técnico pero que bien trabajadas pueden dar resultados de una belleza sin parangón. Éste es el caso de las películas realizadas con la técnica del stop motion, la animación fotograma a fotograma; ejemplos recientes los encontramos en los trabajos de Henry Selick –la ya clásica Pesadilla antes de Navidad (The nightmare before Christmas, 1993), la hermosa pero sobrevalorada Los mundos de Coraline (Coraline, 2009)-, Tim Burton –la correcta La novia cadáver (Corpse Bride, 2005)- o el tándem formado por Nick Park y Peter Lord –la divertida Evasión en la granja (Chicken run, 2000) o, muy especialmente, los magistrales cortometrajes protagonizados por Wallace y Gromit, muy superiores a su fallida aventura en formato de largometraje, Wallace y Gromit: La maldición de las verduras (Wallace and Gromit in The curse of the were-rabbit, 2005)-.


     Con Fantástico Sr. Fox (Fantastic Mr. Fox, 2009) Wes Anderson se une a este grupo de cineastas dispuestos a invertir tiempo y paciencia con la intención de ofrecer un soplo de aire fresco en el contexto de la animación actual. La animación de Fantástico Sr. Fox, de una belleza y un colorismo exquisitos, no renuncia a su propio carácter anacrónico ni a un estilo que para algunos resultará anticuado o imperfecto, pero que a otros les parecerá mucho más fascinante que el realizado con el más avanzado de los ordenadores. Sin embargo, si por algo destaca el último trabajo de Wes Anderson es por lo que supone de inmersión en su mundo personal. Anderson, probablemente el mejor director de comedias del momento, se apropia de un material ajeno (el cuento de Roald Dahl en el que se basa el guión) y consigue imprimir su personalidad fílmica dentro de un género de tantas exigencias comerciales como el de la animación.

     Fantástico Sr. Fox es un canto a la rebeldía y a la autenticidad en el que cada miembro de la familia de zorros protagonista, los Fox, debe aprender a aceptarse tal y como es. Al comienzo del relato el Sr. Fox, un maestro en el difícil arte de robar gallinas, recibe la noticia de su inminente paternidad. Tras una elipsis de varios años el Sr. Fox se ha visto obligado a abandonar su vocación debido a la necesidad de construir un hogar más seguro y confortable para su familia. Sin embargo Fox no pude escapar a lo que es, ésa no es su naturaleza. Resulta inevitable que, tarde o temprano, el ladrón vuelva a las andadas, cometiendo robos clandestinos por el simple placer de llevarlos a cabo con la máxima perfección. Es en este punto cuando la película recuerda a la memorable Los increíbles (The incredibles, Brad Bird, 2004), en la que un superhéroe retirado de la profesión realizaba pequeñas heroicidades clandestinas con la intención de rememorar los viejos tiempos. En el caso de la película de Wes Anderson el Sr. Fox también deberá aprender a asumir la responsabilidad de sus actos, pues sus hurtos traerán consecuencias devastadoras para toda la comunidad animal. Asimismo, la relación del Sr. Fox con su descendiente, que tanto recuerda a la de Royal Tenenbaum (Gene Hackman) con sus vástagos en Los Tenenbaum (The Royal Tenenbaums, Wes Anderson, 2001), está marcada por el complejo de inferioridad del hijo frente a las extraordinarias habilidades demostradas por su padre y por su primo Kristofferson. Y es que, en esencia, de lo que habla Fantástico Sr. Fox es de lo mismo que trata el grueso de la filmografía de su director: de la dificultad de sus protagonistas para integrarse en un núcleo familiar que les resulta extraño.

     La puesta en escena de Fantástico Sr. Fox es extremadamente andersoniana. En ese sentido es de agradecer que el director haya sabido imprimir su sensibilidad estética en un formato completamente distinto al de la imagen real. De este modo destacan recursos formales típicos del director de Viaje a Darjeeling (The Darjeeling Limited, 2007) como los abundantes travellings laterales (entre los que destaca el de la excelente secuencia inicial, en la que se visualiza cómo el matrimonio Fox supera diferentes obstáculos durante uno de sus robos), las virtuosas coreografías que relacionan a todos los personajes en una misma escena (ver el plano que parte de la superficie de un poblado hasta descender a las alcantarillas en donde se encuentran instalados los Fox) o los planos fijos que ilustran diferentes acciones simultáneas (como el ingenioso encuadre de un guarda de seguridad sentado de espaldas a los diferentes monitores que muestran con toda claridad el hurto cometido por el Sr. Fox y sus compinches). Se trata de recursos muchos de ellos ya vistos en el cine de Anderson pero, en cambio, poco frecuentes en el cine de animación.

     Fantástico Sr. Fox no es una película perfecta. Algunos de los recursos visuales manejados por su director (como los ya citados travellings laterales) acaban por hacerse repetitivos; asimismo el arranque de la película resulta algo abrupto: quizás debería haberse dedicado más metraje a ilustrar los sinsabores de la existencia de Fox antes de que retome su pasión por el robo. Pero de todos modos se trata de pequeños defectos que apenas entorpecen tan divertida y emocionante película: una secuencia tan bella y poética como la del inesperado encuentro del zorro protagonista con un lobo demuestra que Wes Anderson es un cineasta a seguir de cerca.


     Por último, sería injusto no mencionar la excelente banda sonora de Fantástico Sr. Fox. Como es habitual en el cine de Anderson la selección musical está trufada de clásicos modernos como “Street fighting man” de los Rolling Stones, “Heroes and villains” de los Beach Boys o “Let her dance” de Bobby Fuller Four. Pero lo que destaca por encima de todo es la espléndida partitura original compuesta por Alexandre Desplat, el autor de esa obra maestra de la banda sonora que es El curioso caso de Benjamin Button (The curious case of Benjamin Button, David Fincher, 2008) que aquí se confirma una vez más como el mejor músico que actualmente trabaja en el cine. Para esta ocasión el compositor francés crea una original y juguetona partitura, combinando instrumentos tan poco habituales como la celesta o el birimbao con silbidos o con diferentes instrumentos de cuerda, que van del ukelele a la mandolina pasando por diferentes tipos de guitarra. El resultado redondea la calidad de una película muy especial que promete convertirse en objeto de culto.

 
 

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