El estreno de El topo (Tinker Tailor Soldier Spy, Tomas Alfredson, 2011) sirve para constatar lo bien que siempre se ha llevado el cine con la obra literaria de John le Carré. Concretamente dos películas como El espía que surgió del frío (The spy who came in from the cold, Martin Ritt, 1965) y Llamada para el muerto (The deadly affair, Sidney Lumet, 1966) aportaron una mirada escéptica y escasamente sofisticada de la guerra fría y del mundo del espionaje, sirviendo de contraste a las por otro lado estupendas aventuras cinematográficas del agente 007 protagonizadas por Sean Connery. Todo ello sin olvidar un título como La casa Rusia (The Russia House, Fred Schepisi, 1990), simbólica despedida de una manera de concebir el cine de espías filmada en los estertores de la Unión Soviética, por no hablar de cintas posteriores como El sastre de Panamá (The tailor of Panama, John Boorman, 2001) o El jardinero fiel (The constant gardener, Fernando Meirelles, 2005), incisivas visiones de la política internacional de nuestros días. Curiosamente en dos de los títulos citados ya aparecía George Smiley, el personaje al que da vida Gary Oldman en El topo: en El espía que surgió del frío en un papel secundario bajo los rasgos de Rupert Davies y en Llamada para el muerto como personaje principal a cargo de James Mason; además Sir Alec Guinness también le dio vida en dos series de televisión, una de las cuales, Calderero, sastre, soldado, espía (Tinker, Tailor, Soldier, Spy, John Irvin, 1979), adaptaba la misma novela en la que se basa la película de Tomas Alfredson.


La magnífica interpretación de Gary Oldman resulta en todo momento fundamental para transmitir la desesperanza y el abatimiento de George Smiley. El actor inglés, con toda probabilidad en la mejor interpretación de su carrera, compone un Smiley frío, distante, solitario y observador que apenas habla o se relaciona con los demás. Un simple gesto o una simple mirada le bastan a Oldman para transmitir la angustia vital de un inteligente jugador inmerso en una peligrosa partida de ajedrez que no se juega con piezas de madera sino con seres humanos. En ese sentido resultan espléndidas las breves escenas con las que su personaje queda descrito al comienzo de la película: tras dimitir del servicio secreto a indicación de Control (atención a ese gesto de Smiley cuando su superior le indica que debe abandonar el puesto, algo que aceptará a pesar de su sorpresa) vemos al protagonista realizando sus rutinas diarias y no será hasta que se reincorpore al MI6 cuando le veremos hablar por primera vez. Más tarde, en una de las secuencias más intensas de El topo, un Smiley visiblemente afectado por el alcohol rememorará la ocasión en la que conoció brevemente a Karla, jefe del servicio secreto soviético y su más directo rival: la triste mirada de Smiley y la parsimonia con la que pronuncia su monólogo evidencian que, en el fondo, el mundo de los espías ha dejado de tener sentido para él, pues en realidad los métodos y los procedimientos seguidos por espías británicos y soviéticos son igual de retorcidos y despiadados. Tal y como en una ocasión le comenta una antigua compañera de trabajo, al menos la Segunda Guerra Mundial era un conflicto de cuya participación podían sentirse orgullosos.
Confirmando el talento demostrado en su anterior cinta de terror Déjame entrar (Låt den rätte komma in, 2008), el director Tomas Alfredson narra con claridad y fluidez esta compleja historia repleta de mentiras, engaños y medias verdades, describiendo con precisión ese gélido mundo de espías en el que se hallan atrapados todos los personajes. Su brillante labor tras las cámaras queda demostrada con pasajes tan logrados como la reunión del agente Jim Prideaux con un misterioso contacto en Budapest, momento repleto de tensión e intriga; el robo de unos documentos secretos por parte de Peter Guillam, secuencia de un logrado suspense y con un eficaz uso del montaje en paralelo; el hitchcockiano plano en la que Ricki Tarr observa las diferentes acciones que se producen en el apartamento de Irina a través de sus ventanas; la tensa conversación que se produce entre el sospechoso Toby Esterhase (David Dencik) y Smiley en una pista de aterrizaje; la expectación creada cuando, oculto en un piso franco, Smiley está a punto de descubrir la identidad del topo; o el montaje final que nos muestra cómo la resolución del caso ha afectado a la vida de todos los personajes, brillante conclusión acompañada por una versión de La mer… interpretada por Julio Iglesias.