jueves, 24 de diciembre de 2009

Siete películas para 2010



   El 2009 toca a su fin. Mientras preparo una entrada sobre lo mejor que nos ha dejado el cine de este año os dejo con un avance de algunas de las películas más prometedoras que podremos ver en 2010. Algunas nos gustarán y otras nos decepcionarán, ya habrá ocasión de comentarlo.

Alicia en el país de las maravillas

   Dirigida por Tim Burton. Con Mia Wasikowska, Johnny Depp, Helena Bonham Carter, Anne Hathaway, Stephen Fry, Crispin Glover y Christopher Lee. Fecha de estreno prevista: 5 de marzo.

   Si había un director predestinado a acercarse a la obra de Lewis Carroll ése era sin duda Tim Burton. El director de Eduardo Manostijeras (Edward Scissorhands, 1990) ha reunido a algunos de sus actores habituales (su esposa Helena Bonham Carter, el indispensable Johnny Depp, el veterano Christopher Lee) para narrar, combinando imagen real con las más sofisticadas técnicas de animación, el regreso de una crecidita Alicia al maravilloso mundo surgido de la pluma de Carroll. La cosa promete.


Shutter Island

   Dirigida por Martin Scorsese. Con Leonardo DiCaprio, Mark Ruffalo, Ben Kingsley, Emily Mortimer, Michelle Williams, Patricia Clarkson, Max von Sydow y Jackie Earle Haley. Fecha de estreno prevista: 19 de febrero.

   Cuatro años después de la sobrevalorada Infiltrados (The departed, 2006) Martin Scorsese regresa al cine de ficción con esta adaptación de una novela de Dennis Lehane, el mismo autor cuya obra sirvió de fuente de inspiración para la magnífica Mystic River (id, Clint Eastwood, 2003) y la interesante Adiós pequeña, adiós (Gone baby gone, Ben Affleck, 2007). El tráiler promete un film policíaco con mayores dosis de misterio de las esperadas. ¿Estaremos ante la primera cinta de terror del responsable de Taxi Driver (id, 1976)?


Robin Hood

   Dirigida por Ridley Scott. Con Russell Crowe, Cate Blanchett, Mark Strong, William Hurt, Danny Huston y Max von Sydow. Fecha de estreno prevista: 14 de mayo.

   Un apasionado de la Historia, Ridley Scott, se propone la difícil tarea de rodar la versión definitiva del legendario arquero del bosque de Sherwood. A juzgar por sus primeras imágenes la película podría convertirse en la versión más verosímil del mito, quizás con permiso de Richard Lester y su estupenda Robin y Marian (Robin and Marian, 1976). De su excelente reparto sobresale la pareja formada por Russell Crowe y Cate Blanchett, dos de los mejores actores del momento.


Invictus

   Dirigida por Clint Eastwood. Con Morgan Freeman, Matt Damon, Tony Kgoroge, Patrick Mofokeng y Matt Stern. Fecha de estreno prevista: 29 de enero.

   Clint Eastwood, el mejor cineasta de la actualidad en opinión de un servidor, se acerca esta vez a la figura histórica de Nelson Mandela, narrando los esfuerzos de éste por apaciguar los conflictos raciales de Sudáfrica por medio del deporte. La interpretación de Morgan Freeman como Mandela promete ser portentosa, y si tenemos en cuenta que sus anteriores colaboraciones con Eastwood fueron nada menos que Sin perdón (Unforgiven, 1992) y Million dollar baby (id, 2004) la calidad está más que asegurada.


Fantastic Mr. Fox

   Dirigida por Wes Anderson. Con las voces en la versión original de George Clooney, Meryl Streep, Willem Dafoe, Michael Gambon, Wes Anderson, Jason Schwartzman, Owen Wilson y Bill Murray. Fecha de estreno prevista: sin confirmar.

   Dirigida por el interesante autor de Viaje a Darjeeling (The Darjeeling Limited, 2007), basada en un cuento de Roald Dahl (Charlie y la fábrica de chocolate) y realizada mediante las añejas técnicas de stop motion, Fantastic Mr. Fox promete ser la película de animación más curiosa del año. La idiosincrasia de Anderson, la paleta de colores escogida y la originalidad de su punto de partida aseguran una propuesta rompedora y sorprendente.


Up in the air

   Dirigida por Jason Reitman. Con George Clooney, Anna Kendrick, Vera Farmiga, Jason Bateman, J.K. Simmons y Sam Elliott. Fecha de estreno prevista: 8 de enero.

   Tal vez la película más aclamada del momento por parte de los críticos norteamericanos, Up in the air promete ser una comedia dramática con abundantes apuntes sobre el mundo laboral de la actualidad. Algunos comentaristas ya comparan los apuntes sociológicos de esta película con los observados por el gran Billy Wilder en joyas como El apartamento (The apartment, 1960). Habrá que ver si Jason Reitman está a la altura de semejante comparación, pero Up in the air podría confirmarse como una comedia adulta e inteligente de las que no abundan hoy en día.


The expendables

   Dirigida por Sylvester Stallone. Con Sylvester Stallone, Jason Statham, Jet Li, Mickey Rourke, Eric Roberts, Randy Couture, Dolph Lundgren, Steve Austin, Danny Trejo, Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger. Fecha de estreno prevista: agosto.

   He dejado para el final The expendables, que probablemente no será una de las mejores películas del año, pero sí una de las más esperadas... y delirantes. Con un reparto que reúne prácticamente a todas las viejas glorias del buen (y mal) cine de acción de los 80, Sylvester Stallone se propone realizar un homenaje a un género muy criticado en su momento pero hoy añorado por muchos nostálgicos. Resulta difícil ver sus primeras imágenes sin esbozar una sonrisa de incredulidad...


   Aprovecho la ocasión para desearos a todos una feliz Navidad y un próspero año nuevo.

domingo, 20 de diciembre de 2009

DAVID LEAN. LA EMOCIÓN Y EL ESPECTÁCULO


   Debo reconocer que siento una absoluta admiración hacia el cine de Sir David Lean (1908-1991). Cineasta dotado de un estilo tan personal como fascinante, Lean no sólo se convirtió en uno de los mejores autores de la historia del cine británico, sino que también legó una obra no muy extensa (tan solo dieciséis largometrajes en más de cuatro décadas de carrera) pero que sigue apasionando años después de su muerte. De su filmografía destacan, en mi opinión, sus obras maestras Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia, 1962) y La hija de Ryan (Ryan’s daughter, 1970), sin olvidar otras películas tan excepcionales como Breve encuentro (Brief encounter, 1945), Cadenas rotas (Great expectations, 1946), Amigos apasionados (The passionate friends, 1949), Doctor Zhivago (ídem, 1965) o Pasaje a la India (A passage to India, 1984). Todas ellas excelentes ejemplos del estilo de su autor, en el que no se sabe qué admirar con mayor deleite: si la belleza plástica de la puesta en escena (no en vano se ha comparado el paisajismo de Lean con la pintura de Caspar David Friedrich o Joseph Mallord William Turner) o la honda descripción psicológica de sus personajes, a menudo seres que luchan contra las convenciones impuestas por la sociedad de su época. Lean supo construirse una isla creativa gracias a su talento con las imágenes en una obra en la que todos los elementos cinematográficos están trabajados con auténtica maestría.

   No abundan, al menos en España, los libros dedicados al estudio de David Lean. Afortunadamente nuestro mercado editorial puede jactarse de cubrir ese hueco con un libro verdaderamente espléndido: David Lean. La emoción y el espectáculo, publicado en el año 2000 por Dirigido en su colección Serie Mayor. Su autor es Tomás Fernández Valentí, en mi opinión el mejor crítico de cine de este país, un especialista dotado de gran sentido de la observación y gran capacidad de análisis. Como sabrán quienes conozcan sus escritos –sus críticas en las revistas Dirigido por e Imágenes de Actualidad, los comentarios en su blog personal (http://elcineseguntfv.blogspot.com/) o sus libros, entre los que destaca el magnífico Frankenstein. El mito de la vida artificial (Editorial Nuer, Madrid, 2000), escrito en colaboración con Antonio José Navarro-, Fernández Valentí se interesa más por el cómo lo cuentan que por lo que cuentan las películas; es decir, concede más valor e importancia a la puesta en escena de una película que a los contenidos de su guión (aunque tampoco descuida éstos). Así, estudia siempre con brillantez el sentido de los encuadres, los movimientos de cámara, la luz, la fotografía, el montaje, el sonido o la música en estrecha comunión con lo que el director quiere transmitir. Sin duda este método de análisis era el más indicado para acercarse a un cine tan vistoso como el de David Lean.

   A lo largo de las más de quinientas páginas que componen David Lean. La emoción y el espectáculo Tomás Fernández Valentí ofrece un recorrido exhaustivo por la obra del realizador, combinando los aspectos biográficos con el estudio de su cine. Tras un breve prólogo en el que reivindica la importancia histórica del cine británico, Fernández Valentí describe concisamente las constantes del cine de Lean, así como la famosa y repetida aparición de trenes en sus películas, que suelen simbolizar el destino que aguarda a los personajes. A partir de ahí el escritor observa la trayectoria profesional de Lean, empezando por su formación como montador para cineastas tan importantes como Michael Powell y Emeric Pressburger. Con Sangre, sudor y lágrimas (In wich we serve, 1942) llega el debut en la dirección de Lean y el inicio de su etapa en la productora Cineguild, creada en colaboración con Noël Coward, Ronald Neame y Anthony Havelock-Allan. Tras la disolución de esta compañía empieza una breve etapa para la productora London Films (propiedad del célebre productor Alexander Korda) que concluirá con el rodaje de El puente sobre el río Kwai (The bridge on the river Kwai, 1957), su primera coproducción con Estados Unidos. Esta película inicia la etapa más popular del realizador, la famosa etapa de superproducciones que se completa con Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago, La hija de Ryan y Pasaje a la India, último trabajo de Lean y, en opinión de Fernández Valentí, su obra maestra. Por otra parte también se ofrece valiosa información sobre los proyectos frustrados de Lean, como su díptico acerca del famoso motín del navío Bounty o la adaptación de la conocida novela de Joseph Conrad Nostromo.

   Alejándose de lugares comunes, el autor de libro argumenta, y con toda la razón del mundo, que la obra de Lean guarda una gran coherencia y que, en el fondo, no existen tantas diferencias entre las famosas superproducciones del final de su trayectoria y los trabajos en apariencia más intimistas de sus inicios, como la magnífica Breve encuentro o dos películas que en su momento no se estrenaron en España: la estupenda Amigos Apasionados y la interesante Madeleine (ídem, 1950). De este modo Fernández Valentí se desmarca de los tópicos según los cuales se acostumbran a aplaudir las películas más modestas de Lean (modestas si acaso en cuanto a escala presupuestaria, pero nunca en cuanto a su calidad) en detrimento de las más espectaculares. Es por ello que resulta loable la defensa a ultranza que hace de La hija de Ryan y Pasaje a la India, las dos últimas películas del director y que Fernández Valentí considera los dos puntos culminantes de su estilo.

   Pero a pesar de todo lo más atractivo del libro no son los datos biográficos acerca de Lean (con algunas anécdotas verdaderamente jugosas y divertidas) o la valoración que Tomás Fernández Valentí hace de su obra, sino el brillante análisis que éste realiza de todas sus películas. El estilo de Lean, caracterizado por su sensualidad, por el uso dramático del paisaje y por la fastuosidad de sus imágenes, es diseccionado con mano firme y atenta mirada, ofreciendo un estudio meticuloso de su puesta en escena. Por poner un ejemplo, en el capítulo dedicado a Doctor Zhivago (quizás el más brillante del libro) Fernández Valentí no se limita a observar las diferencias existentes entre la película de Lean y el libro homónimo de Borís Pasternak, sino que además realiza observaciones tan interesantes como la que se refiere al diferente uso que Lean hace del color, del sonido y de la música para expresar los sentimientos de los diferentes personajes: así, el color amarillo y la música del recientemente fallecido Maurice Jarre describen la sensibilidad de Yuri Zhivago (Omar Shariff), mientras que los sonidos ambientales y el color rojo expresan la sensualidad de Lara (Julie Christie); de este modo los vínculos visuales y sonoros que relacionan a ambos personajes se van impregnando mutuamente según avanza su relación. Estas interpretaciones de los elementos cinematográficos podrían parecer algo rebuscadas para algunos, pero lo cierto es que el autor del libro las argumenta de forma brillante y relacionándolas siempre con el sustrato dramático de las películas.

   Todo ello, unido al interés que por sí misma tiene la obra del famoso director británico, hace de David Lean. La emoción y el espectáculo un libro absolutamente delicioso, un volumen imprescindible en las estanterías de todo buen amante del cine.


domingo, 6 de diciembre de 2009

GUN CRAZY. SERIE NEGRA SE ESCRIBE CON B


   Es difícil encontrar a un amante del cine clásico que no sienta absoluta devoción por el cine negro, por más que aún hoy se discuta sobre si el film noir es un género, un movimiento o un estilo. Y es que a la hora de la verdad lo que importa no es el concepto que cada uno pueda tener de lo que es el cine negro, sino el número elevado de extraordinarias películas que éste legó durante los años 40 y 50: El último refugio (High Sierra, Raoul Walsh, 1941), Perdición (Double indemnity, Billy Wilder, 1944), Laura (id, Otto Preminger, 1944), La mujer del cuadro (The woman in the window, Fritz Lang, 1944), El sueño eterno (The big sleep, Howard Hawks, 1946), Forajidos (The killers, Robert Siodmak, 1946), Al rojo vivo (White heat, Raoul Walsh, 1949), La jungla de asfalto (The asphalt jungle, John Huston, 1950), Noche en la ciudad (Night and the city, Jules Dassin, 1950), Los sobornados (The big heat, Fritz Lang, 1953), Sed de mal (Touch of evil, Orson Welles, 1958)... Películas muchas de ellas protagonizadas por iconos del género como Humphrey Bogart, Edward G. Robinson, James Cagney, Barbara Stanwyck, Lauren Bacall o Gene Tierney, quienes dieron vida a esos detectives privados atrapados en junglas humanas y a esas pérfidas femme fatales que casi siempre se salían con la suya. Pero más allá de estos clásicos existía otro cine negro, el de la serie B, con películas financiadas con presupuestos más que modestos y con planes de rodaje tan limitados que en ocasiones se reducían a una o dos semanas. Sin embargo, y pese a tan precarias situaciones, de la serie B surgieron muchas películas de un talento e ingenio que nada tenían que envidiar al de las producciones de serie A. Ahí están joyas como Detour (id, Edgar G. Ulmer, 1945), Retorno al pasado (Out of the past, Jacques Tourneur, 1947), El demonio de las armas (Gun crazy, Joseph H. Lewis, 1949), Con las horas contadas (D.O.A., Rudolph Maté, 1949), The narrow margin (id, Richard Fleischer, 1951), Agente especial (The big combo, Joseph H. Lewis, 1955) o El beso mortal (Kiss me deadly, Robert Aldrich, 1955) para demostrarlo. Sobre este tipo de cine trata el libro Gun crazy. Serie negra se escribe con B, publicado en 2005 por T&B Editores con motivo de un ciclo de cine negro proyectado en el Festival Internacional de Cine de las Palmas.


   El libro, editado por Jesús Palacios y Antonio Weinrichter, se compone de artículos escritos por diferentes expertos en cine y literatura negros. Los textos tratan sobre las principales características del cine negro de Serie B, si bien es cierto que algunos de los artículos se refieren a todo el género negro en general.

   La primera de las cuatro partes del libro se titula Noir se escribe con B y está compuesta por dos brillantes textos escritos por los editores del libro. En el fascinante Páginas negras. Film noir y literatura: el punto de vista pulp Jesús Palacios analiza la influencia de la literatura pulp en este tipo de cine, reivindicando la calidad de estos relatos aparecidos en revistas baratas, tan importantes para el cine como las novelas de Dashiel Hammett o Raymond Chandler. Por su parte, en Fundido a negro. La oscura fascinación del film noir Antonio Weinrichter ofrece algunas claves para comprender el cine negro, haciendo hincapié en la dificultad de aplicarle una definición o de encorsetarlo en un determinado cliché.

   La segunda parte se titula Algunos ingredientes y ya se centra más específicamente en la serie B. De los diferentes escritos destaca Retorno al pasado. El pasado como estigma de José Antonio Hurtado, un excepcional análisis de la magistral película de Jacques Tourneur. El resto de artículos, no menos interesantes, son: B noir. Algunas notas sobre el cine negro de serie B, en el que el excelente Quim Casas describe las características de esta añorada cantera de cine barato; Fugitivos en la noche. Parejas fugitivas en el film noir, en donde Francisco Ponce realiza un necesario recorrido sobre el cine de amantes evadidos de la ley; La ciudad es suya, una más que interesante reflexión de Jorge Gostoriza sobre el papel de la ciudad como protagonista activo; y Rapsodia en noir. La música del cine negro americano, en donde el experto en música de cine Roberto Cueto -de quien recomiendo su imprescindible volumen Cien Bandas sonoras en la Historia del Cine (Editorial Nuer, Madrid, 1996)- analiza de forma exhaustiva la aportación de músicos tan importantes como Franz Waxman, David Raksin o Miklós Rózsa, entre otros.

   La tercera parte, Nombres propios, se centra más concretamente en algunos creadores no lo suficientemente recordados pero fundamentales para la historia del cine negro. Destaca la aportación de Antonio José Navarro, magnífico crítico de la revista Dirigido Por... que aquí dedica tres estudios a otros tantos directores: Joseph H. Lewis. El cine negro considerado como una de las bellas artes, Phil Kalrson. Un talento a descubrir y Edgar G. Ulmer. Crimen y castigo. No menos espléndido resulta el artículo de Carlos Losilla Retórica, ruido, silencio. Fritz Lang y el fin del cine negro, que hará las delicias de los admiradores del extraordinario director de Más allá de la duda (Beyond a reasonable doubt, 1956). Completa esta tercera parte Misóginos, S.L. Tres hombres duros y su relación de amor-odio con la gran pantalla, una más que disfrutable panorámica de Hernán Migoya sobre las adaptaciones cinematográficas de las novelas de Charles Williams, Mickey Spillane y Cornell Woolrich.

   Como su título indica, Antología de textos, cuarta y última parte del libro, recoge diferentes artículos preexistentes, algunos de ellos inéditos en lengua castellana aunque siempre citados como indispensables en cualquier bibliografía sobre el noir. En ese sentido sobresale Notas sobre el film noir, escrito en 1972 por Paul Schrader, por aquel entonces crítico de cine; el que sería futuro guionista de películas tan magníficas como Yakuza (The yakuza, Sydney Pollack, 1974), Fascinación (Obsession, Brian de Palma, 1976), o Taxi Driver (id, Martin Scorsese 1976) firmó aquí un espléndido texto que sirvió para reivindicar la importancia del film noir en general y del de la serie B en particular; pese a su brevedad este artículo ya sería motivo suficiente para adquirir el libro que nos ocupa. No menos importante es el texto Hacia una definición del film noir, que no es sino el primer capitulo del libro Panorama del cine negro de Raymond Borde y Èttienne Chaumeton, los célebres críticos de cine franceses que acuñaron el término film noir. Completan esta parte tres textos de Jesús Palacios, dos de Antonio Weinrichter, uno de Anton LaVey y otro de Mike Davis.

   Como puede comprobarse por los títulos de los diferentes artículos y por el nombres de quienes los firman, Gun crazy. Serie negra se escribe con B es un libro absolutamente apasionante, que enseña a disfrutar del cine negro desde un punto de vista abierto y desprejuiciado. Hay que destacar la bella edición del libro, con excelente material gráfico consistente en reproducciones de fotogramas, carteles de cine o, lo que es mejor, portadas de revistas pulp, algunas de ellas verdaderamente geniales. En definitiva un libro más que recomendable para todo tipo de cinéfilos, que se lee con el mismo entusiasmo con el que ha sido escrito.


sábado, 21 de noviembre de 2009

L.A. CONFIDENTIAL, doce años después


  Aún recuerdo la lluvia de premios y buenas críticas que recibió L.A. Confidential (ídem, Curtis Hanson, 1997) en el momento de su estreno. Todo el mundo coincidió en alabar la película de Curtis Hanson, y tanto él como James Ellroy, autor de la novela homónima en la que se inspira L.A. Confidential, recibieron uno de los aplausos más unánimes de la época. Pasados unos doce años desde aquel 1997 tal vez sea el momento de reflexionar sobre si aquel recibimiento fue exagerado o si, tal y como vaticinaban todos los críticos y cinéfilos, la película se ha convertido en un clásico moderno del cine policíaco. En mi opinión la respuesta no da lugar a dudas: L.A. Confidential fue y sigue siendo una gran película, y cada vez que la vuelvo a ver estoy convencido de ello en mayor medida.

   En varias ocasiones Curtis Hanson ha manifestado que lo que más le atraía de la novela de Ellroy era cómo describía un mundo en donde las apariencias nada tenían que ver con la realidad. Esta idea se manifiesta claramente en el fascinante retrato de la ciudad en donde se desarrolla la trama de la película: el Los Angeles de L.A. Confidential es el de su época de esplendor, el de los años cincuenta, con el apogeo del Hollywood clásico, el nacimiento de la televisión y el auge del crecimiento urbanístico. Sin embargo, esa fachada esconde una densa urbe donde las aspirantes a actriz se prostituyen sometiéndose previamente a la cirugía estética para parecerse a esas estrellas de cine que ya nunca serán, los poderosos se enriquecen traficando con drogas y los policías se manchan las manos de corrupción, exhibiendo además un nivel de violencia que nada tiene que envidiar a la de los supuestos delincuentes a los que detienen. La concepción que Hanson tiene de Los Angeles queda perfectamente resumida en una de las primeras secuencias de la película, en la que el sargento Jack Vincennes (Kevin Spacey) y el periodista sensacionalista Sid Hudgens (Danny DeVito) realizan los preparativos previos al arresto de un joven aspirante a actor, de tal modo que el detenido sea fotografiado con el estreno de una película al fondo del encuadre: el delito y el glamour siempre comparten plano en L.A. Confidential.


   Sin embargo, a un nivel más complejo esa disyuntiva entre la apariencia y la realidad se puede extrapolar al rico retrato que se ofrece de los protagonistas del relato: Bud White, Ed Exley y Jack Vincennes, interpretados de forma magistral por unos inolvidables Russell Crowe, Guy Pearce y Kevin Spacey. Al principio los tres policías, cuyas pesquisas se entrecruzan y confluyen a lo largo de toda la película, parecen muy diferentes entre sí, pero a medida que avanza la trama sus máscaras de violencia, arribismo y corrupción se vienen abajo dejando entrever atisbos de su dignidad.

   En el caso de Bud White nos encontramos con un policía incapaz de reprimir su violencia. En su secuencia de presentación se nos aparece como un hombre fuertemente sensibilizado contra la violencia de género, por lo que no duda en propinarle una fuerte paliza a un maltratador. Será en los brazos de Lynn Bracken (Kim Basinger) donde White mostrará toda su ternura y recordará un espantoso capítulo de su infancia, aquel en el que tuvo que observar cómo su padre mataba a golpes a su madre. Sin embargo, más adelante el propio White será incapaz de contener su furia al conocer la infidelidad de su amada Lynn, a la que acabará golpeando contraviniendo a sus principios morales. Precisamente esa irrefrenable violencia será utilizada en su contra por sus enemigos, quienes manipulan a White menospreciando las dotes de detective que éste dice tener.

   Por su parte, Ed Exley se caracteriza por una ambición desbordante, gracias a la cual ha conseguido escalar posiciones en el cuerpo de policía con cierta facilidad. Obsesionado con la figura de su venerado padre, un policía fallecido en acto de servicio, Exley se ganará rápidamente el desprecio de sus compañeros, y solo empezará a ser aceptado en el cuerpo cuando se manche literalmente las manos en un violento caso de asesinato. Hanson delimita ese duro proceso de asimilación de la violencia mediante dos primeros planos casi idénticos: el primero mostrando a Exley, en ligero contrapicado, mientras observa aterrado la matanza acontecida en un restaurante; el segundo cuando, con el rostro simbólicamente salpicado de sangre, mira el cadáver del sospechoso al que segundos antes ha abatido fuera de campo. Cuando Exley comprenda que todo el mérito y los honores que ha recibido encubren una compleja trama de corrupción policial recuperará la necesidad de hacer honor a la memoria de su padre, emprendiendo una cruzada personal durante la que perderá su fe en la justicia: si al comienza de la película Exley asegura que jamás dispararía a un sospechoso por la espalda, al final de su aventura no tendrá más remedio que hacerlo, consciente de que la así llamada institución de la ley y el orden jamás castigará a los auténticos culpables.

   Significativamente, y a diferencia de White y Exley, Jack Vincennes es incapaz de recordar el motivo por el que se convirtió en policía. Retratado como la estrella del departamento, Vincennes utiliza su cargo en beneficio propio, aceptando pequeños sobornos de la prensa y participando como asesor en una serie de televisión de temática policial (utilizada por otro lado para promocionar una imagen idílica de la policía que nada tiene que ver con la realidad). Su mundo se vendrá abajo cuando de forma indirecta sea responsable de una muerte inocente: resulta inolvidable la mirada que Vincennes se dirige a sí mismo en el espejo de un bar, viéndose reflejado como alguien que ha vendido su alma a cambio de uno de los billetes de cincuenta dólares proporcionados por Hudgens. Solo a partir de ese momento conoceremos a un Jack Vincennes obsesionado con reparar lo irreparable.


   A pesar de las extraordinarias interpretaciones de todo el reparto (uno de los mejores y más equilibrados que se han visto recientemente) y de la excelente banda sonora de Jerry Goldsmith (en uno de sus últimos grandes trabajos) L.A. Confidential no sería la magnífica película que es sin el excelente trabajo de puesta en escena de Curtis Hanson, un artesano de irregular trayectoria que aquí realizó su mejor obra. Desde un punto de vista estético llama poderosamente la atención el cuidado que pone Hanson a la hora de distanciarse del cine negro clásico: el director propone una puesta en escena de gran elegancia, preferentemente diurna, con un excelente uso de la pantalla panorámica y con una espléndida fotografía del gran Dante Spinotti, quien aporta unas imágenes de gran luminosidad y riqueza de tonos allí donde los maravillosos clásicos de los años 40 y 50 habrían propuesto oscuridad y fuertes contrastes entre el blanco y el negro. La atenta caligrafía de Hanson sobresale en secuencias tan brillantes como la presentación de Lynn Bracken, personaje cuya ambigüedad nos es sugerida gracias a la adopción por parte de la cámara del punto de vista de Bud White, quien intenta descubrir el rostro que la misteriosa mujer esconde tras su capucha; el ya citado instante en el que Exley inspecciona el restaurante donde se ha producido la masacre, momento de un logrado suspense gracias al uso de los planos subjetivos; la tensa secuencia en la sala de interrogatorios, en donde destacan las imágenes de los policías reflejados en los cristales de las ventanas a través de las que observan a los sospechosos; o la súbita e inesperada muerte de uno de los protagonistas -cuya identidad no desvelaré-, instante que demuestra el gran partido que Hanson consigue sacar de sus excelentes actores. También hay que citar la violencia seca y contundente que salpica a toda la película y que halla su máxima expresión en el expeditivo desenlace del tiroteo final, acontecido en un escenario -un abandonado motel en las afueras de la ciudad- con fuerte sabor a western: recuérdense los duelos acontecidos en ciudades fantasma en clásicos del género como Cielo amarillo (Yellow sky, William A. Wellman, 1948), Hombre del Oeste (Man of the west, Anthony Mann, 1958) o Desafío en la ciudad muerta (The law and Jake Wade, John Sturges, 1958).


jueves, 19 de noviembre de 2009

Presentación


   Los susurros del noctámbulo nace con la intención de convertirse en un sitio en donde pueda expresar mi opinión sobre diferentes temas y en donde también pueda debatir sobre ellos con quien quiera hacerlo.

   Como quienes me conocen ya habrán adivinado el tema central de este blog será el cine (y no necesariamente el más reciente), aunque también pienso escribir sobre temas relacionados con el arte, la música o la literatura.

   Por supuesto todos los que queráis añadir vuestra opinión sobre este blog o sobre los contenidos que en él aparezcan estáis invitados a hacerlo; agradeceré todo tipo de comentarios, críticas o sugerencias, y prometo ofrecer una respuesta lo más rápidamente posible.

   No quisiera terminar esta presentación sin expresar mi agradecimiento a todos los que me han animado a crear este espacio. Espero que lo que escriba os parezca interesante, aunque quiero dejar constancia de que no pretendo decir la última palabra sobre nada (algo que desde luego estaría fuera de mi alcance), sino tan solo expresar mi opinión personal, que como tal puede ser tan discutible (o más) que la de cualquier otro.