Existe gran unanimidad a la hora
de considerar el cine negro como una de las páginas más brillantes de la historia
de la cinematografía estadounidense. En cambio, no existe el mismo consenso a
la hora de precisar qué es exactamente el cine negro. La mayoría de críticos e
historiadores cinematográficos coinciden en afirmar que el film noir cuenta con algunos destacados precedentes en los últimos
años del cine mudo —sobre todo la excelente La
ley del hampa (Underworld, Josef
von Sternberg, 1927)— pero que es con la llegada del cine sonoro cuando
consolida sus principales señas de identidad, tanto temáticas (la descripción
del mundo del hampa, la mirada crítica a la sociedad de su tiempo, la presencia
de detectives, gangsters y femmes fatales)
como estilísticas (fotografía en un contrastado blanco y negro, ambientación
realista en las grandes ciudades). De este modo, el cine negro hallaría su
momento de esplendor entre la década de los años 30 y la de los 50, reflejando
indirectamente la angustia producida por un contexto histórico de especial
gravedad (marcado sucesivamente por la Gran Depresión, la Segunda Guerra
Mundial, el inicio de la Guerra Fría y la Caza de Brujas) y producido durante
la edad de oro del cine de Hollywood (fuertemente condicionado en aquellos
momentos por la política de estudios, las actividades censoras del Código Hays
y la llegada a América de numerosos cineastas que huían del ascenso de los
fascismos europeos).
Sin embargo, no todos se ponen de
acuerdo a la hora de marcar el punto final del cine negro. No son pocos quienes
afirman que el film noir sigue
existiendo, siendo por tanto un género capaz de adaptarse a los inevitables
cambios estilísticos y a nuevas temáticas; de ahí que, para muchos, películas
como Chinatown (id, Roman Polanski, 1974), Uno
de los nuestros (Goodfellas,
Martin Scorsese, 1990), Atrapado por su
pasado (Carlito's way, Brian de
Palma, 1993), Sospechosos habituales (The usual suspects, Bryan Singer, 1995)
o L.A. Confidential (id, Curtis Hanson, 1997) puedan ser
consideradas como pertenecientes al género negro. En cambio, un gran número de
estudiosos del mundo del cine —como por ejemplo Paul Schrader en su famoso
artículo Notas sobre el film noir (1972)— insisten en catalogar el cine negro como un movimiento que finaliza en
la segunda mitad de los años 50 y que encuentra su definitiva desaparición con
la popularización del cine en color. Por otro lado, también hay quien afirma
que el cine negro no es un fenómeno desarrollado exclusivamente en los Estados
Unidos y que títulos como El tercer
hombre (The third man, Carol
Reed, 1949), Rififí (Du rififi chez les hommes, Jules Dassin,
1955) o casi todos los dirigidos por Jean-Pierre Melville son tan negros como
los clásicos norteamericanos. Asimismo, también cabe tener en cuenta que no
todas las películas de temática criminal producidas en el Hollywood clásico
pueden enmarcarse dentro del cine negro, como sucede por ejemplo con el cine de
Alfred Hitchcock, de un estilo tan diferente al de los films noirs realizados por Billy Wilder, Fritz Lang o Raoul Walsh.
Sea como fuere, si algo está
claro en un género tan oscuro como el negro es que éste legó un grupo de obras excepcionales
por las que no pasa el tiempo. Es por ello que no he podido resistirme a
confeccionar una lista de mis películas favoritas pertenecientes al cine negro.
A la hora de escoger unos títulos en lugar de otros he preferido ceñirme a la
etapa clásica del cine norteamericano, aquélla que todos se ponen de acuerdo en
señalar como la época dorada del cine negro. Lo que sigue es una docena de
películas inolvidables que se han ganado un puesto de honor en la historia del
cine.
1. Perdición
de Billy Wilder
Cuando el mejor guionista de la
historia del cine, Billy Wilder, decidió colaborar con uno de los autores
fundamentales de la novela negra, Raymond Chandler, para adaptar una novela de
otro de los grandes maestros del género, James M. Cain, se inició el proceso
creativo que daría como resultado una de las cumbres del cine negro. Perdición (Double indemnity, 1944) no solo es eso, también es una de las obras
maestras de Wilder junto con El
crepúsculo de los dioses (Sunset
Blvd., 1950), Con faldas y a lo loco
(Some like it hot, 1959), El apartamento (The apartment, 1960) y Uno,
dos, tres (One, two, three, 1961).
Perdición es una de esas pocas
películas en las que cada uno de sus elementos funciona a la perfección: desde
la magnífica utilización del flashback y de la voz en off hasta los ingeniosos
diálogos, pasando por la irresistible química de la pareja formada por Fred MacMurray
y Barbara Stanwyck. Pero quizá lo más fascinante de Perdición consiste en su retrato de una amistad traicionada, la que
une al carismático MacMurray con un insuperable Edward G. Robinson.
2. Retorno al pasado
Ninguna otra obra perteneciente
al cine negro puede presumir de la espléndida combinación de romanticismo y
nostalgia de la que hace gala Retorno al
pasado (Out of the past, 1947).
Dirigida por el maestro de la Serie B Jacques Tourneur, Retorno al pasado describe como pocas películas la soledad del
detective privado y el contraste entre la corrupción de la ciudad y la pureza
de la vida en el campo, contando además con uno de los personajes femeninos más
representativos del género. El flashback que describe la historia de amor de
Robert Mitchum y Jane Greer en Acapulco es uno de los fragmentos más bellos y
suntuosos del cine de los años 40.
3. La mujer del cuadro
Si existe un maestro por
antonomasia del cine negro ese es sin duda Fritz Lang, quien tras anticipar
muchos de los rasgos estilísticos del género en su etapa alemana filmó en los Estados
Unidos títulos tan indispensables como Furia
(Fury, 1936), Sólo se vive una vez (You only live once, 1937), La mujer del cuadro (The woman in the window, 1944), Los sobornados (The big heat, 1953) o Más
allá de la duda (Beyond a reasonable
doubt, 1956). Cualquiera de los títulos citados merecería figurar en esta
lista, pero quizá sea La mujer del cuadro
la más memorable aportación de Lang al film
noir. Los deseos reprimidos y los temores ocultos del ciudadano medio
norteamericano fueron tratados por el gran realizador germánico con una peculiar
atmósfera onírica, logrando además un final sencillamente imborrable.
4. Al rojo vivo
Si Lang es uno de los grandes
autores del género, lo mismo puede decirse de Raoul Walsh. Aunque este cineasta
dedicó varias obras a la serie negra, la más inolvidable de todas ellas es Al rojo vivo (White heat, 1949), tanto por su ritmo imparable (que para sí
querría buena parte del cine de acción contemporáneo) como por Cody Jarrett, el
inolvidable criminal encarnado por un James Cagney en estado de gracia. Impulsivo,
violento y megalomaníaco, Jarrett es un personaje situado siempre al borde del
abismo que se encarga de protagonizar algunos de los momentos más impactantes
del cine clásico, en especial una secuencia final merecedora de figurar entre
los mejores desenlaces del género.
5. Scarface, el terror del hampa
La década de los años 30 fue
pródiga en cuanto al cine de gangsters gracias a títulos tan destacados como El enemigo público (The public enemy, William A. Wellman, 1932), Hampa dorada (Little Caesar,
Mervyn LeRoy, 1932) o Los violentos años
20 (The roaring twenties, Raoul
Walsh, 1939). Sin embargo, ninguna de la películas citadas posee ni la fuerza
ni la explosiva carga de violencia de Scarface,
el terror del hampa (Scarface,
1932). Protagonizada por un electrizante Paul Muni, Scarface, el terror del hampa es una de las obras más
impresionantes de Howard Hawks, quien desplegó toda su inventiva para retratar a
un hampón dispuesto a acabar con quien sea con tal de demostrar que el mundo es
suyo.
6. Forajidos
Inspirada en un excelente relato corto de Ernest Hemingway, Forajidos
(The killers, 1946) es una muestra
del talento del director alemán Robert Siodmak para el film noir. Tras una de las secuencias iniciales más brillantes del
género, Forajidos se adentra en una
compleja trama criminal narrada mediante varios flashbacks que nos descubren la
triste y desesperanzada historia de Ole Andreson, más conocido como El Sueco,
primer personaje cinematográfico interpretado por el gran Burt Lancaster.
Dotada de una espléndida fotografía en claroscuro, Forajidos es una obra maestra que atesora una de las secuencias más
inolvidables del cine negro: el atraco a la fábrica, filmado en un largo plano
secuencia impecablemente coreografiado.
7. La jungla de asfalto
John Huston consiguió con La jungla de asfalto (The asphalt jungle, 1950) una de las
obras clave del cine de atracos y la que quizá sea su mejor película junto con El honor de los Prizzi (Prizzi's honor, 1985). Pocos cineastas
han retratado con tanta humanidad a los variopintos delincuentes que se mueven
en los bajos fondos de la ciudad; en este sentido, la película no habría sido
la misma sin la aportación de sus actores, todos magníficos aunque Louis
Calhern y Sam Jaffe merezcan menciones especiales. Todo ello sin olvidar al Dix
encarnado por Sterling Hayden, papel que el actor prácticamente repetiría en Atraco perfecto (The killing, Stanley Kubrick, 1956) y que en la película de Huston
protagoniza uno de los finales más hermosos de la historia del cine.
8. Noche en la ciudad
"La noche y la ciudad", reza el título original de esta
maravillosa película de Jules Dassin. Puede que no existan dos elementos más indispensables
para el género negro que esos, aunque pocas veces fueron tan bien tratados como
en Noche en la ciudad (Night and the city, 1950). Un
extraordinario Richard Widmark trata de sobrevivir en las sombrías y
claustrofóbicas calles de Londres en este apasionante relato criminal, que
entre otras muchas cosas cuenta con la particularidad de sustituir el mundo del
boxeo por el de la lucha grecorromana.
9. El último refugio
A Raoul Walsh se debe la creación
de dos de los personajes más memorables del cine de gangsters: el Cody Jarrett
de Al rojo vivo y el Roy Earle de El último refugio (High Sierra, 1941). Mucho más humano y cercano que Jarrett, el Roy
Earle interpretado por un perfecto Humphrey Bogart es un antihéroe abocado al
mundo del crimen por culpa de la Gran Depresión, una víctima de su época que,
al igual que los protagonistas de Retorno
al pasado y La jungla de asfalto,
solo desea escapar de las grandes urbes para encontrar la paz en la naturaleza.
En una muestra de su experimentación con los géneros cinematográficos, Walsh
recuperaría el argumento de El último
refugio llevándolo a los terrenos del western en la apreciable Juntos hasta la muerte (Colorado territory, 1949).
10. Laura
"Jamás olvidaré el fin de semana en el que murió Laura", dice
la primera línea del guión de la misteriosa película de Otto Preminger. Tal vez
sea por la deslumbrante belleza de Gene Tierney o por la elegante puesta en
escena del director de Cara de ángel
(Angel face, 1952), pero el caso es
que pocas películas resultan tan fascinantes como Laura (id, 1944). Quizá
su atmósfera ensoñadora tan solo pueda ser comparada con la de La mujer del cuadro, hasta el punto de que
Preminger consigue que nos preguntemos si estamos contemplando la resolución de
un caso de asesinato o si todo consiste en la fantasía onírica del detective
encarnado por Dana Andrews.
11. El sueño eterno
Humphrey Bogart se consolidó como
uno de los grandes iconos del género al interpretar a los dos detectives
privados más influyentes de la novela negra: Sam Spade en El halcón maltés (The maltese
falcon, John Huston, 1941) y Philip Marlowe en El sueño eterno (The big
sleep, Howard Hawks, 1946). Sin negar el interés de la película de Huston,
personalmente prefiero la de Hawks. El propio director reconocía no estar del
todo seguro de comprender todos los entresijos de la trama de El sueño eterno, pero poco importa: como
siempre sucede en las mejores películas del responsable de Sólo los ángeles tienen alas (Only
angels have wings, 1939), lo verdaderamente importante no es la historia
que se narra, sino la brillante descripción de los personajes y de las
relaciones que surgen entre ellos. El
sueño eterno no es una excepción: pocas cosas pueden resultar más
apasionantes que contemplar la fascinante química de la pareja formada por Humphrey
Bogart y Lauren Bacall en la mejor de sus reuniones cinematográficas.
12. Sed de mal
Para muchos la última obra
maestra del cine negro, Sed de mal (Touch of evil, 1958) es también la mejor
aportación de Orson Welles al género, muy por encima de las ya de por sí
apreciables El extraño (The stranger, 1946) y La dama de Shanghai (The lady from Shanghai, 1947). Sed de mal es probablemente el film noir más barroco y enfermizo de
cuantos existen, un verdadero tour de force
que se inicia con un prodigioso plano secuencia de más de tres minutos de
duración y que concluye con una no menos virtuosa escena de suspense
desarrollada en la frontera entre Estados Unidos y México. Pero más allá de los
malabarismos cinematográficos de su autor, Sed
de mal permanece como una de las más interesantes aproximaciones fílmicas a
la temática de la corrupción policial, representada por el genial personaje del
capitán Quinlan al que da vida el propio Welles.