En una secuencia de American Beauty (id, 1999), el formidable debut en la realización de Sam Mendes,
Lester Burnham (Kevin Spacey) acude a regañadientes a una cena de negocios de
su esposa Carolyn (Annette Bening) comentando que preferiría haberse quedado en
casa disfrutando de un maratón televisivo de películas de James Bond.
Probablemente el propio Mendes no podía ni imaginar por aquel entonces que
acabaría dirigiendo Skyfall (id, 2012), la tercera película de 007
protagonizada por Daniel Craig, actor a quien ya dirigió en la estupenda Camino a la perdición (Road to Perdition, 2002). Pero más allá
de la situación de embarcarse en una franquicia cinematográfica con cincuenta
años de antigüedad firmemente controlada por los productores Michael G. Wilson
y Barbara Broccoli, lo cierto es que la labor de Mendes no ha podido resultar
más brillante. Haciendo gala de una gran honestidad profesional, el cineasta
británico ha logrado imprimir su talento visual a la película sin permitir que
su estilo personal se imponga al patrón narrativo de la serie Bond, lo que por
otro lado no impide que Skyfall
muestre una gran personalidad dentro de la saga ni que guarde ciertos elementos
en común con el resto de la filmografía de Mendes.
Siguiendo el camino abierto por
la magnífica Casino Royale (id, Martin Campbell, 2006), Skyfall bucea en la personalidad de
James Bond sacando a la luz sus puntos débiles e indagando en los oscuros
hechos de su pasado que le llevaron a convertirse en el mejor de los agentes
secretos. El comienzo de la película ya deja bien claro el propósito de mostrar
la faceta más humana de su protagonista: durante una peligrosa operación en
Estambul, 007 recibe la desagradable orden de desatender a un compañero
moribundo para perseguir al intruso que ha puesto en peligro la seguridad del
MI6; minutos después, la superintendente M (una excelente Judi Dench) desconfía
de que Bond pueda cumplir con éxito su misión y ordena un disparo que por error
acaba hiriendo al agente británico. En una situación completamente inédita en
la serie, un James Bond herido y humillado a consecuencia de la falta de
confianza demostrada por su mentora decidirá hacerse pasar por muerto y vivir
momentáneamente apartado de ese mundo de espías que le ha llevado a las puertas
de la muerte. A pesar de todo 007 no tardará en reincorporarse al servicio
secreto británico, pues en el fondo sabe que su trabajo como espía es lo único
que da sentido a su vida. No obstante cuando lo haga las cosas en el MI6 serán
muy distintas a como eran antes, pues no solo su relación con M se habrá
enfriado sino que la existencia de los agentes con licencia para matar empezará
a ser considerada como prescindible.
Este punto de la trama sirve a
los responsables de la película para reflexionar sobre la valía que en el cine
contemporáneo puede tener un personaje tan aparentemente anclado en la década
de los 60 como Bond. En ese sentido resulta enormemente significativa la
sucesión de pruebas físicas y psicológicas que Bond debe superar antes de
reincorporarse al servicio activo y en las que el agente da muestras de un notable
desgaste: su puntería ya no es la que era, los ejercicios físicos le producen
una gran fatiga y sus análisis sanguíneos muestran una preocupante adicción al
alcohol y a los medicamentos. Este deterioro le producirá a 007 más de un
problema a la hora de completar su misión: sin ir más lejos, un error de
puntería cometido durante un sádico juego con el villano Silva (un brillante
Javier Bardem) provocará indirectamente la muerte de la hermosa Sévérine
(Bérénice Marlohe). No obstante este cuestionamiento de Bond como héroe,
paralelo al descrédito que se gana M ante una comisión de investigación que
cuestiona su labor al frente del MI6, será zanjado por el protagonista con una
reivindicación de sí mismo como un representante de lo clásico y lo
tradicional. “Para ciertas cosas estoy
chapado a la antigua”, le comenta Bond a la agente Eve (Naomie Harris)
mientras se afeita con navaja, a lo que la mujer responde “a veces lo antiguo es lo mejor”. Significativamente durante la
batalla final, más propia de un western que de una cinta de acción, el agente
británico renunciará a usar sus habituales artilugios modernos para enfrentarse
a sus enemigos con armas de fuego o, en última instancia, con un simple
cuchillo. La última secuencia de la película, con 007 recibiendo una misión en
el nuevo despacho de M, idéntico al que aparecía en las primeras películas de
la serie protagonizadas por Sean Connery, muestra a un héroe recompuesto tras
un necesario retorno a los orígenes, en una evidente metáfora sobre el rumbo
que ha tomado la saga desde la llegada del gran Daniel Craig.
No resulta de extrañar que, en
una aventura que cuestiona la existencia del propio Bond en el siglo XXI, su
principal enemigo tenga tanto que ver con él, hasta el punto de mostrarse como
su reflejo inverso. Y es que Silva, tan inquietante y excesivo como los mejores
villanos de la saga, guarda numerosas similitudes con 007, pues no solo trabajó
en el servicio secreto británico sino que también estuvo a punto de morir por
culpa de M, quien delató a su agente por considerar que sus discutibles métodos
ponían en peligro la devolución de Hong Kong a China. Sam Mendes recalca las
personalidades contrapuestas pero complementarias de Bond y Silva durante la
primera aparición del villano, con un largo plano general en el que Silva se
acerca lentamente a la cámara mientras recita un monólogo revelador acerca del
carácter anacrónico de ambos oponentes. Curiosamente la relación casi
materno-filial que tanto Bond como Silva mantienen con M (a quien el villano se
refiere como “madre”) recuerda en
muchos sentidos a los vínculos que unían a Michael Sullivan (Tom Hanks) y a
Connor Rooney (Daniel Craig) con el mafioso John Rooney (Paul Newman), superior
del primero y padre del segundo, en Camino
a la Perdición; de hecho las conclusiones de ambas películas son hasta
cierto punto comparables, pues el viaje de Bond a Skyfall trae a la memoria el
regreso de Michael a Perdición, una localidad costera en la que había residido
en el pasado y donde se producía su enfrentamiento final con el asesino Maguire
(Jude Law).
Es precisamente durante el
desenlace de la trama cuando finalmente cobra sentido el título de la película.
Palabra mencionada durante la primera parte del largometraje pero cuyo
auténtico significado no se desvela hasta mucho más tarde, “Skyfall” representa
para Bond lo mismo que “Rosebud” representaba para el protagonista de Ciudadano Kane (Citizen Kane, Orson Welles, 1941): una palabra mágica que retrotrae
a la infancia, a la inocencia, al origen de todas las cosas. Skyfall es nada
menos que la mansión escocesa en la que Bond se crió en compañía de sus padres
hasta que éstos fallecieron en un accidente de alpinismo; un pasado, en
definitiva, que el protagonista siempre se ha encargado de guardar en secreto,
al igual que esa fabulosa casa custodiada por el anciano Kincade (un espléndido
Albert Finney). Es a ese pasado al que Bond deberá regresar cuando compruebe
que solo puede derrotar a Silva llevando la batalla a su propio terreno y
asumiendo para siempre las heridas de su infancia. De este modo no podría
existir mejor escenario para la lucha final entre 007 y Silva que la capilla
situada junto a la tumba de los padres de Bond, mientras que la reducción de
Skyfall a cenizas supone la representación simbólica de ese pasado que por fin
ha sido superado por el protagonista.
Si el personaje creado por Ian
Fleming ha sabido renovarse volviendo la vista a su propia tradición literaria
y cinematográfica sin renunciar por ello a ciertos apuntes contemporáneos, la
puesta en escena de Mendes, de una belleza y una elegancia sin precedentes
dentro de la saga Bond, también apuesta por una acertada combinación de
clasicismo y modernidad. De este modo el director de Revolutionary road (id,
2008) ubica a su protagonista en un mundo cosmopolita en el que tienen cabida
lujosos rascacielos y suntuosas instalaciones flotantes, pero también túneles
subterráneos, ciudades abandonadas y viejas residencias situadas en inhóspitos
parajes. Lo mismo puede decirse de los momentos de acción, que sin renunciar a
la espectacularidad apuestan por la tradición y el buen gusto: véase la escena
en la que Bond sigue a uno de los hombres de Silva hasta un vanguardista
edificio de Shanghái, en la que el juego de luces, sombras y reflejos dota de
personalidad a una secuencia que puede ser vista como una reelaboración del
famoso tiroteo en la sala de espejos de La
dama de Shanghái (The lady from
Shanghai, Orson Welles, 1947). No menos brillante resulta la aportación de los
colaboradores habituales de Mendes, entre ellos el gran compositor Thomas
Newman, quien conjuga con maestría su propio estilo con el universo musical de
007, y el prestigioso operador Roger Deakins, responsable de la que en mi
opinión ya puede ser considerada como la mejor fotografía de toda la saga, tal
y como atestiguan imágenes tan fascinantes como la llegada en barca al casino
de Macao o la visita de Bond al paisaje escocés en el que creció.
Como no podía ser de otro modo tratándose
de un título que reivindica la tradición fílmica de 007, Skyfall homenajea a las anteriores entregas de la saga con multitud
de guiños y referencias, algunas bastante significativas. Así, la idea de que
Bond sea dado por muerto al principio de la película está retomada de Sólo se vive dos veces (You only live twice, Lewis Gilbert,
1967); el nuevo Q (Ben Whishaw) le entrega a 007 una pistola con sistema de reconocimiento
táctil, similar al fusil que aparecía en Licencia
para matar (Licence to kill, John
Glen, 1989), y un dispositivo con señal de socorro, como la cápsula usada para
similares fines en Operación Trueno (Thunderball, Terence Young, 1965); la enfermiza
relación que Sévérine mantiene con Silva recuerda a la que mantenían Andrea
(Maud Adams) y Scaramanga (Christopher Lee) en El hombre de la pistola de oro (The
man with the golden gun, Guy Hamilton, 1974); el relato de las torturas que
sufrió Silva tras ser traicionado por M trae a la memoria el calvario que el
propio Bond pasaba en las primeras secuencias de Muere otro día (Die another
day, Lee Tamahori, 2002); la imagen del protagonista con una mujer muerta
en sus brazos rinde tributo al famoso final de Al servicio secreto de Su Majestad (On her majesty’s secret service, Peter Hunt, 1969)… Incluso el
estrafalario aspecto físico de Silva no deja de recordar a otros grandes
villanos de la saga: el tinte rubio de su cabello coincide con el de Max Zorin
(Christopher Walken) en Panorama para
matar (A view to a kill, John
Glen, 1985), mientras que los escalofriantes estragos que el cianuro ha
provocado en su rostro retrotraen a peculiaridades físicas tan llamativas como
la cicatriz que cruza la cara de Blofeld (Donald Pleasence) en Sólo se vive dos veces, la dentadura
metálica de Tiburón (Richard Kiel) en La
espía que me amó (The spy who loved
me, Lewis Gilbert, 1977), la bala alojada en el cráneo de Renard (Robert
Carlyle) en El mundo nunca es suficiente (The world is not enough, Michael Apted,
1999) o la disfunción en el conducto lagrimal que provoca que Le Chiffre (Mads
Mikkelsen) llore sangre en Casino Royale,
por citar tan solo unos pocos ejemplos.
Más allá del puro homenaje, otras
referencias cinéfilas son utilizadas para definir hasta qué punto el Bond de
Daniel Craig se acerca o se aleja del de los anteriores actores que dieron vida
al personaje. Sin ir más lejos, 007 se sorprende ante la escasa sofisticación
de los artilugios proporcionados por Q, a lo que éste responde “¿Qué esperabas, bolígrafos que explotan?”, en
una clara referencia a Goldeneye (id, Martin Campbell, 1995), el primer
Bond interpretado por Pierce Brosnan. Más adelante, cuando el protagonista
decide viajar “al pasado”, se pone al
volante de su icónico Aston Martin DB5, armado además con los mismos gadgets que estrenaba Sean Connery en James Bond contra Goldfinger (Goldfinger, Guy Hamilton, 1964). En
cierto modo la destrucción de ese mismo coche hacia el final de la película
sugiere que cuando James Bond vuelve la vista atrás no lo hace para recrearse
en su pasado, sino para reunir fuerzas para encarar el futuro.
Quizá dentro de unos años seremos
los propios espectadores los que echaremos la vista atrás y nos referiremos a Skyfall como a una de las mejores películas de James Bond.
10 comentarios:
Me muero por verla, es más con lo que acabo de leer -todavía- me han entrado más ganas. Una entrada impoluta y persuasiva.
Voy a dejarte porque la tengo preparada. Daniel es mi 007 preferido y Barden de malo, lo hace muy bien.
Saludos, Ann@
Buenas noches, Anna:
Gracias por tu comentario. Espero que la película te guste, desde luego te la recomiendo encarecidamente. En cuanto a Daniel Craig, con esta entrega se confirma definitivamente como el mejor Bond desde Sean Connery, al menos en mi opinión.
Ya me contarás qué te ha parecido “Skyfall”. ¡Saludos!
Buena lectura de un 007-Daniel Graig- pefecto en su vertiente interpretativa. Recomiendo el film "The Mother" para ver las maneras que se gastaba este pedazo de actor. Bardem cumple de sobra,pero es mejor actor Graig. Film con Deakins en la fotografía, Newman en la Soundtrack y Mendes dirigiendo la tramoya. Resultado un homenaje al género, con solfas de "Perros de Paja", "Batman", "El silencio de los Corderos" y poco de Bourne al inicio. Muy buen sabor de boca tras abandonar la butaca. Saludos
Buenas noches, J.C. Alonso:
Muchas gracias por tu comentario. Celebro que te haya gustado “Skyfall”, comparto también tu entusiasmo por la interpretación de Daniel Craig. No he visto “The mother” pero me apunto tu recomendación; ya que citas un film protagonizado por Craig antes de convertirse en 007, te recomiendo “Layer cake”, un estupendo relato de gángsters ambientado en los bajos fondos londinenses. Según se cuenta, después de ver “Layer cake” la productora Barbara Broccoli se convenció de que Craig tenía que ser el próximo Bond, y no cesó en su empeño hasta que lo consiguió.
¡Saludos!
Muy buena crítica, yo creo que el acierto de este film es combinar lo clásico con lo nuevo. Un film excepcional a nivel técnico (maravillosa fotografía) y con una historia intrigante que te atrapa. De lo mejor de Bond. Un saludo.
Hola Pedro. Siento tardar tanto en escribir.
Para mi "Skyfall" ha sido una de las películas del año, un título que va más allá de "otra más de James Bond" para convertirse en un gran thriller de acción sofisticado bien orquestado por Mendes y su equipo. El reparto está estupendo cumpliendo de sobra con sus roles y posee secuencias que quedan grabadas en la retina, como la primera gran persecución, la secuencia en el rascacielos o la presentación de Bardem por ejemplo.
En resumen, una gran película.
Estupendo artículo, como de costumbre.
Saludos ;)
En 'Skyfall' nos encontramos a un Bond crepuscular, después de 50 años, que regresa al origen mientras se enfrenta a un malo ceniciento, Bardem, que se abraza a la muerte. Casi es una de Bergman. Jajaja. Un saludo!!!
Buenas tardes a todos:
Ángel Lys, muchas gracias por tu visita, celebro que esta entrada te haya gustado.
Juan Roures, estoy de acuerdo con ese apunte tuyo de que "Skyfall" combina a la perfección lo clásico con lo moderno. La iluminación de Roger Deakins es absolutamente maravillosa, pienso que se haría justicia si ganara el Oscar a la mejor fotografía del año, si bien cuenta con un rival de altura: "La vida de Pi", con una excepcional fotografía de Claudio Miranda.
Ramón, como es habitual coincido contigo: "Skyfall" no solo es uno de los mejores títulos de Bond, también es una de las películas del año. Todas las secuencias que citas me parecen magníficas, especialmente el largo monólogo de Javier Bardem.
Manipulador de alimentos, tienes razón al sugerir que esta película es mucho más reflexiva de lo que algunos pueden creer al juzgarla únicamente por su pertenencia al cine de acción. A veces las películas más interesantes no son las más pretenciosas sino las que plantean diversos temas bajo las apariencias del cine de gran espectáculo.
Saludos.
Desde chico, quedé muy impresionada por la aparición de 007 en una pelea a lado de la carretera, (cuando aún él usaba sombrero)y empezó una simpatía especial por el más impresionante de los "agentes secretos".
Es que todavia no he visto "Skyfall" y estoy impaciente por ello, ya que su oponente en la "trama" cinematográfica no es nada menos que el español Javier Bardem; un elenco estelar de lo mejor en la ctualidad.
Buenas noches, José Granados:
Espero que te guste "Skyfall". Javier Bardem realiza una interpretación verdaderamente sensacional, aunque te advierto que su personaje no aparece hasta aproximadamente la mitad de la película y que sus posteriores apariciones también están muy dosificadas. A pesar de ello el personaje de Silva merece figurar entre los mejores villanos de la saga Bond.
¡Saludos!
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