Hasta donde llega mi memoria
siempre he sido un admirador de la saga cinematográfica de James Bond, un ciclo
de más de veinte películas por las que siento un cariño muy especial. Cincuenta
años han pasado desde el debut de Sean Connery como en el mítico agente 007
creado originalmente por el escritor Ian Fleming. Durante estas cinco décadas,
Bond ha logrado sobrevivir al fin de la Guerra Fría y al abandono de la
franquicia por parte de Connery, quien posteriormente iría siendo reemplazado por
otros intérpretes que, cada uno a su modo, aportarían su propia
reinterpretación del personaje: George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton,
Pierce Brosnan y Daniel Craig. El quincuagésimo aniversario de la serie Bond y
el inminente estreno de Skyfall (id, Sam Mendes, 2012), la prometedora
tercera entrega protagonizada por Daniel Craig, hacen de este un momento
perfecto para recordar las más brillantes aproximaciones a uno de los grandes
iconos de la cultura de masas. Lo que sigue es una selección personal de las diez
mejores películas protagonizadas por el más famoso de los agentes secretos
durante su primer medio siglo de vida:
1. James Bond contra Goldfinger
A pesar de la brillantez de los
dos primeros títulos protagonizados por el agente 007, James Bond contra Goldfinger (Goldfinger,
Guy Hamilton, 1964) fue la película que marcó definitivamente las
características fundamentales de la saga, desatando además el fenómeno de la bondmania
en la década de los 60. Y es que todo funciona a la perfección en esta
trepidante película: desde la suprema interpretación de Sean Connery, el mejor
Bond de la historia, hasta la formidable encarnación de Gert Fröbe como el
malvado Goldfinger, pasando por la famosa canción de los títulos de crédito
interpretada por Shirley Bassey o la excelente banda sonora de John Barry, el
compositor que definió para siempre el estilo musical del personaje. Dos
escenas para el recuerdo: el descubrimiento de una chica Bond (Shirley Eaton)
cubierta de pintura de oro y la secuencia en la que un indefenso y maniatado
007 trata de convencer a Goldfinger para que le libere mientras un rayo láser
avanza lentamente hacia su entrepierna…
2. Casino Royale
Con Casino Royale (id, Martin
Campbell, 2006) la saga Bond tomó un drástico cambio de rumbo, eliminando la
continuidad con las anteriores aventuras cinematográficas de 007 para narrar
sus inicios en el mundo del espionaje. Pero lo realmente sorprendente de esta
película es cómo consigue adaptar la primera novela de Ian Fleming mejorándola
en muchos aspectos y tomándola como pretexto para trasladar la esencia de Bond
al siglo XXI. Daniel Craig no podría haber empezado con mejor pie su andadura
en la saga, interpretando a un Bond más frío, duro e implacable que nunca pero
con una serie de defectos que le humanizan. A destacar el resto del memorable
reparto, con una fascinante Eva Green, un inquietante Mads Mikkelsen, un
entrañable Giancarlo Giannini y una Judi Dench mejor aprovechada que en sus
anteriores apariciones en la serie.
Basada en la que para muchos es
la mejor novela de Fleming, Desde Rusia
con amor (From Russia with love,
Terence Young, 1963) es la entrega en la que toma protagonismo SPECTRA, la
misteriosa organización criminal capitaneada por Ernst Stavro Blofeld, un villano
de esquiva presencia que recuerda poderosamente al doctor Mabuse de Fritz Lang.
Las referencias no acaban ahí, pues Desde
Rusia con amor es también la película más hitchcockiana de la serie, en la
que no faltan ni el macguffin (la Lektor,
una máquina decodificadora codiciada por Bond, por los soviéticos y por
SPECTRA) ni un largo fragmento situado en un tren plagado de espías: el cara a
cara que se produce entre Bond y el despiadado asesino Red Grant (un excelente
Robert Shaw) en un pequeño compartimento del Orient Express está cargado de
emoción y suspense.
De todos los intérpretes que han
dado vida a Bond, Timothy Dalton es sin duda el más infravalorado. Con tan solo
dos películas Dalton consiguió humanizar al espía creado por Ian Fleming
poniendo el acento en los claroscuros de su personalidad y mostrándolo como un
asesino cansado de su trabajo. Licencia
para matar (Licence to kill, John
Glen, 1989) no solo supone la mejor aproximación de Dalton al personaje, sino
también el episodio más violento y visceral de la filmografía bondiana, con 007
abandonando momentáneamente sus obligaciones en el servicio secreto británico
para llevar a cabo una venganza personal contra el barón de la droga Frank Sanchez
(Robert Davi). Un título a reivindicar de una vez por todas como una de las
mejores películas de acción de los años 80.
Considerada durante años como un
fracaso por ser la única película de la serie protagonizada por George Lazenby,
Al servicio secreto de Su Majestad (On her majesty’s secret service, Peter
Hunt, 1969) ha visto cómo su prestigio aumentaba con el paso de los años. Y no
es para menos, pues estamos ante la aventura más romántica de Bond que sigue
sorprendiendo por su arriesgado desenlace. Las persecuciones en la nieve se
encuentran entre lo más espectacular de la saga y el escaso carisma de Lazenby
(quien en cambio aportó una notable vulnerabilidad al personaje que se echa en
falta en otros títulos) está compensado por las brillantes actuaciones de Diana
Rigg y Telly Savalas, este último el mejor Blofeld que ha dado el cine. La
película se ve beneficiada además por la mejor banda sonora de la serie, en la
que la magistral partitura de John Barry está complementada por la espléndida
canción “We have all the time in the
world” interpretada por Louis Armstrong.
A pesar de ser ya la tercera
película con Roger Moore en el papel de James Bond, La espía que me amó (The spy
who loved me, Lewis Gilbert, 1977) es la entrega que contiene las
principales características que definirán la etapa protagonizada por este actor
inglés: espectacularidad por todos los lados, decorados imaginativos y llenos
de fantasía, un sentido del humor que recorre toda la trama y un villano
dispuesto a destruir el mundo, en este caso Stromberg (Curd Jürgens), un
misántropo amante del mar con más de un punto en común con el Capitán Nemo
creado por Julio Verne. Pero si por algo destaca esta película es por contener
una de las historias de amor más interesantes de toda la saga, la que
protagonizan el agente 007 y la espía soviética Triple X a la que da vida una irresistible
Barbara Bach. La canción “Nobody does it
better”, interpretada por Carly Simon, es uno de los grandes clásicos
musicales de la serie.
Tras algunos excesos en entregas
anteriores, que habían situado al espía británico al borde de la autoparodia,
Roger Moore regresó a un tratamiento más serio y verosímil con Sólo para sus ojos (For your eyes only, John Glen, 1981). Este cambio de rumbo fue muy
apreciable gracias a un interesante guión que, más allá de sus puntos de
contacto con Desde Rusia con amor, se
caracteriza por narrar la historia de varias venganzas entrecruzadas: la de
Bond contra el asesino de uno de sus aliados, la de Melina (Carole Bouquet)
contra el responsable de la muerte de sus padres y la del contrabandista
Columbo (Topol) contra el traidor que trata de inculparle varios crímenes. A
reseñar secuencias de acción tan logradas como aquella en la que Bond y Melina son
arrastrados por unas aguas repletas de tiburones, así como la carismática
presencia de Topol en el papel de ese simpático Columbo situado a ambos lados
de la ley.
El primer largometraje
protagonizado por James Bond posee un encanto al que no resulta fácil
resistirse. Con una primera parte centrada en una investigación casi policial y
una segunda de aventuras exóticas al estilo de El malvado Zaroff (The most
dangerous game, Irving Pichel y Ernest B. Schoedsack, 1932), Agente 007 contra el doctor No (Dr. No, Terence Young, 1962) exhibe
clasicismo por los cuatro costados y funciona magníficamente como carta de
presentación del más famoso espía con licencia para matar. El doctor No (Joseph
Wiseman), ese malvado científico oculto en una isla maldita sobre la que nadie
se atreve a poner el pie, se erige como el primer gran villano de la serie,
mientras que Honey Rider (Ursula Andress) es la primera gran chica Bond y una
de las más inolvidables. La imagen de Honey surgiendo del agua con su mítico
bikini blanco es uno de los grandes iconos del cine de los 60, pero la escena
de presentación de Bond durante una partida de cartas también vale su peso en
oro.
Nunca digas nunca jamás (Never
say never again, Irvin Kershner, 1983) es un título muy especial por varios
motivos: por su carácter apócrifo al ser la única película de 007 realizada al
margen de la franquicia creada por Albert R. Broccoli y Harry Saltzman; por tratarse
de un remake al tomar como base el
mismo argumento en el que ya se había inspirado Operación Trueno (Thunderball,
Terence Young, 1965); y por suponer la última aparición de Bond bajo los rasgos
de Sean Connery, quien tras varios años alejado de la saga regresó al personaje
con el que saltó a la fama. Y ese es precisamente el mayor atractivo de Nunca digas nunca jamás: la divertida e
irónica interpretación de Connery, quien consciente de su edad y de su madurez
como intérprete encarna a un Bond en decadencia y a un paso del retiro pero
que, reacio a dejarse vencer por el paso de los años, vive sus aventuras con la
misma actitud irreverente que exhibía cuando ingresó en el servicio secreto
británico. Mención especial para Fatima Blush, una perversa e insaciable
asesina a la que da vida una explosiva Barbara Carrera.
En mi opinión el mejor Bond
interpretado por Pierce Brosnan, El mundo
nunca es suficiente (The world is not
enough, Michael Apted, 1999) aporta numerosos elementos de gran interés,
entre ellos una mayor implicación emocional de Bond en su misión que viene
sugerida por el propio título de la película, una referencia a Al servicio secreto de Su Majestad. Pero
a diferencia del título protagonizado por Lazenby, en esta ocasión el gran
enemigo de 007 no será un hombre sino una mujer: si en un primer momento el
villano de la película parece ser Renard (Robert Carlyle), un terrorista con
una bala alojada en su cerebro que le hace insensible al dolor físico, al final
será la atractiva Elektra King (una estupenda Sophie Marceau) la que acabará
demostrando su capacidad para manipular a todo hombre que caiga en sus brazos. La
espectacularidad es otro de los puntos fuertes de esta entrega: la persecución en
lancha por el río Támesis es una de las mejores secuencias de acción de toda la
saga.