Recientemente he recuperado una película que se me había pasado por alto cuando se estrenó en los cines: Señales del futuro (Knowing, Alex Proyas, 2009), una notable cinta de misterio y ciencia-ficción que habría merecido una mención en mi lista de las mejores películas de 2009. Señales del futuro es un sólido largometraje que, sin más pretensión que la de ofrecer una entretenida película de género, destaca por las siguientes virtudes: una trama argumental interesante (el descubrimiento de un manuscrito con un código numérico que predice los grandes desastres que la humanidad sufrirá en el futuro); una brillante puesta en escena de Alex Proyas, más inspirado aquí que en su interesante pero sobrevalorada película de culto Dark city (id, 1998); la carismática presencia de Nicolas Cage, actor que no sé muy bien por qué siempre me ha caído de lo más simpático; y la excelente banda sonora de Marco Beltrami, quien aquí lleva a cabo una de sus mejores composiciones.
Es posible que muchos cinéfilos destaquen de la obra de Beltrami sus composiciones para El tren de las 3:10 (3:10 to Yuma, James Mangold, 2007) y En tierra hostil (The hurt locker, Kathryn Bigelow, 2008), hasta ahora las dos únicas nominaciones al Oscar de este compositor. Sin embargo, en mi opinión donde este músico da lo mejor de sí es en el género fantástico, tal y como demuestran sus colaboraciones con Guillermo del Toro, entre las que destaca la magnífica Hellboy (id, 2004), junto con Señales del futuro su mejor trabajo hasta la fecha. Estos dos trabajos avalan a Beltrami como uno de los jóvenes talentos de la banda sonora actual, junto con Michael Giacchino, Dario Marianelli y el extraordinario Alexandre Desplat.
La banda sonora de Señales del futuro se inicia con los inquietantes títulos de crédito, durante los cuales Beltrami introduce el misterioso tema principal de la partitura. Dicho tema, interpretado aquí por la sección de cuerda, no tardará en erigirse como el leitmotiv de la relación entre John Koestler (Nicolas Cage) y su hijo Caleb (Chandler Canterbury), uno de los aspectos más importantes del relato. Esta melodía reaparecerá bajo tonalidades más melancólicas en cortes como “John and Caleb”, “Not a kid anymore” o “John Spills”, marcando la evolución de la relación entre padre e hijo a lo lago de la película.
La partitura reserva sus momentos más tensos y asfixiantes para las dramáticas secuencias en las que John trata de evitar los desastres vaticinados por el visionario manuscrito, destacando temas como “Door Jam”, “Thataway!” o “New York”. En estos cortes Beltrami utiliza las diferentes secciones de la orquesta marcando un ritmo frenético que refleja la lucha contra el tiempo llevada a cabo por el protagonista; destaca el uso de los pizzicatos con el violín, técnica que recuerda a las grandes partituras de ciencia-ficción y terror del maestro Bernard Herrmann.
Más sutil e inquietante resulta la música que acompaña a las siniestras apariciones de unos extraños hombres vestidos de negro que acosan a los protagonistas. Estos y otros momentos de suspense están representados en la partitura por cortes como “EMT”, “Moose on the loose”, “33” o “Loudmouth”; en algunos de ellos el compositor introduce pequeños homenajes a la magistral partitura de Alien (id, Ridley Scott, 1979) compuesta por el tristemente desaparecido Jerry Goldsmith, no en vano antiguo profesor de Beltrami en la Universidad del Sur de California.
Pero sin duda el punto álgido de la partitura está reservado para las secuencias finales de la película, precisamente las más discutidas aunque a mi parecer excelentes y de lo más emotivas. Merece una mención especial el tema “Caleb leaves”, el más largo de la banda sonora y sin duda una de las mejores composiciones de la carrera de Beltrami. El músico arranca el tema desarrollando de forma plena el leitmotiv de John y Caleb (tocado sucesivamente con cuerda y piano), culminando musicalmente la relación entre padre e hijo. En la segunda mitad del tema Beltrami da rienda suelta a su talento, ilustrando las imágenes más espectaculares de la cinta con una portentosa melodía que mezcla los coros con un sensacional trabajo de las secciones de viento y cuerda.
Cabe añadir que las dramáticas imágenes finales en Nueva York están acompañadas en la película por un fragmento de la Sinfonía nº 7 en A mayor de Ludwig van Beethoven. De todos modos el álbum de la banda sonora editado por Varese Sarabande incluye el tema que Beltrami había compuesto originalmente para estas escenas, suponiendo un colofón estupendo para una partitura antológica que promete un futuro mucho más optimista para el compositor que el que describe Alex Proyas en su película.