Dentro de la filmografía de Christopher
Nolan, El caballero oscuro (The dark knight, 2008) no solo supone la
segunda pieza de su trilogía dedicada al hombre murciélago, sino también su
primera secuela. En este sentido la continuación de Batman begins (id, 2005)
no deja de resultar una secuela atípica y poco convencional, que se aleja
bastante del planteamiento dramático de la primera entrega para emprender un
camino distinto y arriesgado, lo que le permite a Nolan profundizar en sus
personajes y en las relaciones que se establecen entre ellos. Pero sin duda si
algo destaca en El caballero oscuro es
la intensidad, pocas veces igualada, con la que narra el enfrentamiento entre
un héroe y su adversario, en este caso el Joker interpretado por un antológico
Heath Ledger.
Si en Batman
begins destacaba la influencia de la novela gráfica de Frank Miller y David
Mazzucchelli Batman: Año Uno (1987),
en El caballero oscuro puede
apreciarse la huella de El largo
Halloween (1997), celebrada serie de cómics escrita por Jeph Loeb e
ilustrada por Tim Sale. Al igual que en El
largo Halloween, el motor de la trama de El caballero oscuro es la colaboración a tres bandas entre Bruce
Wayne/Batman (Christian Bale), el comisario James Gordon (Gary Oldman) y el
fiscal Havey Dent (excelente Aaron Eckhart) para acabar de una vez por todas
con el crimen organizado de la ciudad de Gotham. Este pacto, casi un
triunvirato como los que surgieron durante la república romana (no en vano
aparecen pequeñas referencias a la antigua Roma a lo largo de la película),
describe a la perfección la función que Batman ha asumido para el mantenimiento
del orden en su ciudad: mientras que Gordon está dispuesto a llevar a los delincuentes
ante la justicia y Dent a hacer todo lo posible para que paguen por sus
crímenes con la cárcel, el justiciero enmascarado aparece como la fuerza que
hace que todo ello sea posible, atrapando a criminales que están fuera del
alcance de la policía o que se escudan tras leyes jurisdiccionales. Al respecto
merecen ser destacadas secuencias tan espléndidas como el violento
interrogatorio ejercido por el hombre murciélago contra el Joker en plenas
dependencias policiales o aquella en la que Batman viaja hasta Hong Kong para
atrapar a Lau (Chin Han), un contable encargado de blanquear el dinero sucio de
la mafia que ha escapado de las autoridades de Gotham; dicha secuencia,
excelentemente filmada, culmina con un nuevo guiño de Nolan a la serie
cinematográfica de James Bond, en concreto a Operación Trueno (Thunderball,
Terence Young, 1965), cuando el señor de la noche secuestra a Lau por vía aérea
ante la atónita mirada de los agentes de seguridad que protegían al
delincuente.
Si la figura de Batman representa para las
fuerzas del orden la posibilidad de cruzar fronteras inquebrantables para ellos
en la lucha contra el crimen, Harvey Dent representa para el hombre murciélago
la promesa de un futuro sin delincuencia en el que ya no será necesaria la
existencia del señor de la noche. Y es que, a pesar de que la acción de El caballero oscuro transcurre unos
pocos meses después de la de Batman
begins, Wayne aparece ya muy cansado de los avatares ocasionados por su
doble vida: su cuerpo muestra grandes contusiones fruto de sus rondas nocturnas
y no deja de soñar con la idea de que el honrado fiscal limpie las calles de
Gotham para siempre, lo que le permitiría a Bruce la oportunidad de vivir en
paz junto a su amada Rachel (Maggie Gyllenhaal). Haciendo gala de un notable
pesimismo, el resto de la película se encargará de mostrar cómo el proyecto de
materializar esos sueños de esperanza supondrá un completo fracaso debido a los
anárquicos planes del Joker, una de esas extrañas personas que según Alfred
(Michael Caine) “solo quieren ver arder el mundo”.
Y es que, si Batman lucha por establecer
el orden en Gotham, el Joker aboga por un mundo sin límites reinado por el
caos. El malvado villano surge de este modo como una figura opuesta pero
complementaria a la del hombre murciélago, idea remarcada por Nolan con el paralelismo
con el que muestra las acciones de los dos antagonistas. De este modo, en su
primera aparición el Joker elimina uno por uno a los matones que le han ayudado
en un atraco y que lucen disfraces de payaso similares al suyo; en la secuencia
posterior, Batman se ve obligado a reducir a un puñado de imitadores que
también se visten de hombres murciélago para tomarse la justicia por su mano:
tanto el Joker como Batman son capaces de contagiar sus ideales, pero ambos
necesitan actuar por sí mismos porque nadie más es capaz de llegar tan lejos
como ellos. Por otro lado, a pesar de que al principio el Joker ofrece sus
servicios a la mafia y Batman cuenta con el beneplácito de los ciudadanos y de
las fuerzas policiales, al final ambos acabarán siendo repudiados por todos
aquellos que inicialmente les apoyaban, revelando la hipocresía de una sociedad
que no está dispuesta a asumir el precio de su estabilidad.
Christopher Nolan y el desaparecido actor
Heath Ledger llevaron a cabo una fascinante reinterpretación del enemigo por
antonomasia del hombre murciélago incidiendo en su componente anárquico y en su
crueldad. En lo referente a lo primero, llama la atención que El caballero oscuro sea la primera
película de Nolan narrada estrictamente en orden cronológico. No obstante esa
linealidad del relato acaba resultando aún menos convencional que los saltos en
el tiempo de Batman begins, pues de
este modo Nolan vence a la tentación de narrar el pasado del Joker a través de
flashbacks y convierte el origen del villano en uno de los mayores enigmas de
su filmografía; de hecho las diferentes versiones que el Joker explica acerca
del modo en que sufrió los terribles cortes que deforman su rostro sugieren la
idea de que se trata de un personaje sin pasado, una fuerza maligna que parece
existir únicamente para luchar eternamente contra Batman y sumir así a la
población de Gotham en un estado interminable de caos. Por lo que respecta a la
crueldad, destaca la fijación del Joker por las armas blancas, tanto por los cuchillos
que usa para desfigurar a sus víctimas como por la cuchilla que emerge letalmente
de la punta de su zapato, una nueva referencia a James Bond y más concretamente
a Desde Rusia con amor (From Russia with love, Terence Young,
1963); tal y como explicará con enfermizo deleite, el Joker disfruta de este
tipo de armas porque le permiten asesinar a sus víctimas muy despacio, dejándole
saborear cada instante del sufrimiento ajeno…
De un modo similar a como sucedía en La broma asesina (1988), escrita por
Alan Moore, ilustrada por Brian Bolland y posiblemente la mejor obra dedicada
al personaje, el Joker no parará en su propósito de demostrar que, en
situaciones excepcionales, cualquier persona sometida a una gran presión es
capaz de convertirse en un monstruo como él. De este modo amenazará con
asesinar cada día a un inocente hasta que Batman se entregue y se quite la
máscara; más tarde, y tras cambiar de opinión, amenazará con destruir un
hospital si la identidad secreta de Batman es revelada, provocando que un gran
nombre de ciudadanos atenten contra Reese (Joshua Harto), un ejecutivo de
Industrias Wayne que se disponía a identificar al hombre murciélago ante los
medios de comunicación. Sin embargo será la dolorosa conversión de Harvey Dent en
el aterrador Dos Caras la que supondrá la victoria definitiva del Joker: tras
sufrir los efectos de una terrible quemadura, la mitad izquierda del rostro de
Harvey quedará completamente desfigurada, exteriorizando de este modo unas
heridas emocionales ocasionadas no tanto por su accidente como por la muerte de
un ser querido. La destrucción física y moral de Dent queda simbolizada en la
moneda de dos caras idénticas que el fiscal siempre llevaba consigo y que tras el
accidente ha quedado oscurecida por uno de sus lados: “O mueres como un héroe o vives lo suficiente para verte convertido en
un villano”, dijo proféticamente Dent cuando aún era conocido como el
caballero blanco de la ciudad y seguía creyendo en el funcionamiento de la justicia.
De este modo el que prometía convertirse en el símbolo de esperanza que Batman no
podría ser jamás oscurecerá su carácter hasta convertirse en un asesino
decidido a tomarse la justicia por su mano.
El
caballero oscuro es una película mucho más compacta y redonda que Batman begins, gracias no solo a un
excelente guión, escrito por Christopher Nolan y su hermano Jonathan, sino sobre
todo a la mayor fuerza de la puesta en escena, como se puede observar en su
sentido del ritmo y en la mayor espectacularidad de sus imágenes. De este modo
merecen ser destacadas las secuencias de acción, no solo por la brillantez de
la planificación y del montaje sino por cómo ayudan a definir a los personajes,
en especial al Joker: la ya citada secuencia inicial del atraco al banco, un reconocido
homenaje a la famosa secuencia del robo de Heat
(id, Michael Mann, 1995), que destaca
no solo por su excelente resolución sino por el maquiavélico método utilizado
por el Joker para que sus compinches se liquiden el uno el otro; la persecución
automovilística, al parecer indispensable en cada película protagonizada por el
superhéroe creado por Bob Kane, de la que sobresale el instante en que el
villano tienta a Batman para que le mate, lo que destruiría irremediablemente el
símbolo de justicia en el que trata de erigirse el héroe; la posterior huida
del Joker de la comisaría en la que se encuentra retenido, que consigue llevar
a cabo escondiendo un explosivo en el estómago de uno de sus ayudantes; el
momento en que el asesino de la siniestra sonrisa quema una montaña de dinero
perteneciente a la mafia, con Lau atado y amordazado en su cima...
Pero si en algo destaca la energía
imprimida por Nolan a su relato es en la valiente convicción con la que
dinamita algunas de las convenciones del cine de superhéroes. En este sentido
hay que destacar el inesperado desenlace del triángulo amoroso formado por
Bruce, Rachel y Harvey: tras secuestrar a los dos últimos y atarles junto a
unos explosivos, el Joker engañará perversamente a Batman para que rescate a
Harvey y no al gran amor de su vida; en un detalle de gran crueldad, Rachel
morirá pensando que Bruce ha preferido salvar al fiscal antes que a ella. De este
modo Rachel pasa a formar parte de la galería de personajes femeninos de la
obra de Christopher Nolan que pierden la vida por culpa indirecta del hombre al
que aman, al igual que la esposa muerta (Jorja Fox) de Memento (id, 2000), la
Sarah Borden (Rebecca Hall) de El truco
final (The prestige, 2006) o la
Mal (Marion Cotillard) de Origen (Inception, 2010). Aún más sorprendente y
nihilista resulta el extraordinario desenlace de la película: tras atrapar al
Joker y verse obligado a matar a Dent, Batman asumirá los violentos crímenes de
este último, pasando a ser odiado como un villano para evitar que la reputación
del caballero blanco de Gotham quede destruida para siempre y que su cruzada
contra el crimen sea puesta en entredicho. Como en El hombre que mató a Liberty Valance (The man who shot Liberty Valance, John Ford, 1962), la mentira
acaba siendo la única opción para mantener a salvo a la sociedad, aunque sea a
costa de quien lo ha perdido todo para protegerla. Las imágenes finales de la
película son inolvidables, con un Batman cansado y herido huyendo de la policía
y emprendiendo un camino hacia la marginación y la soledad.